Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

América no pregunta por su grandeza

2019-03-31 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Si la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana, el América es el tutor y Tigres es un desamparado sin pelota. Las Águilas no pierden en el Estadio Azteca contra los felinos desde 2015, en Liga. Mucho porque en el exacto momento en el que te cuestionas si ya eres un grande o todavía no, es que no lo eres. Sería como dudar que el Azteca es colosal. Hay cosas que son. Y ya. Y Tigres, aún no lo es, desde la frialdad de la goleada recibida. Y otras cosas más…

Una de ellas es porque Ricardo Ferretti pilotea los partidos. Gane o pierna no le sube el pulso. Y eso es síntoma de que pase lo que pase, todo está bien desde el cristal  de la zona de confort, que en Coapa sería juzgada con la lumbre de la exigencia.

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Por eso los locales fueron quienes de inicio se montaron en una dinámica ofensiva que encontró la red, cuando después de un cabezazo al travesaño, Bruno Valdez se tiró de media tijera, junto con Nico Castillo, para hacer una conexión casi simultánea hacia la portería. Fue gol del paraguayo revisado en las pantallas. Solo para verlo otra vez, porque era más claro que las aguas del Caribe.

Tigres paseó la pelota, como si fuera ganando y cuando se dio cuenta, ya lo iba perdiendo. En los juegos hay síntomas. Muchas veces son atendidos o ignorados. Los visitantes pasaron de largo ante los avisos del cuerpo. Se sintieron igual de cómodos sin patear al arco y muy incómodos sin Gignac. Hasta que murieron de nada. 

En el entretiempo, Miguel Herrera y el Tuca se enfrascaron en una discusión. El Piojo se puso colorado y a Ferreti se le encendió el bigote. Había más efusividad en ese cruce de palabras, que en el campo, hasta que Emanuel Aguilera chasqueó los dedos y en un tiro libre, hizo un truco: Cuando la barrera brincó, disparó pegadito a la hierba. Había que festejarlo, desde la espontaneidad de un central con desplantes de Ronaldinho...

Tigres espesó sus esfuerzos. Nunca se reactivó. Agustín Marchesín bromeó con un reportero que estaba detrás de la portería. Mientras destapaba una botellita y bebía agua, el arquero lanzaba una sonrisa casi descarada: “Estoy cansadísimo”, decía irónicamente, ante tanta inactividad.

Al final, Nicolás Benedetti hizo un gol de billarista; después de una pared, ajustó el balón a la buchaca inferior derecha. El balón pegó en el poste y entró;  la afición azulcrema rugió la goleada. Tigres y sus aficionados se preguntan si ya son grandes y  tienen prisa de serlo descuidando los detalles. Lo cierto es que nunca se ha visto que un gigante le pregunte a alguien sobre su altura, porque lo que se ve, no se juzga…

 

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