Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Epígrafe y apelativo

2018-04-10 | Luis García
LUIS GARCíA
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El fin de semana, varios nombres y apellidos mexicanos, y de otros orígenes que radican en el futbol nacional, estuvieron en la palestra por su grata relación con la pelota. En mi análisis de estos notables elementos del futbol no existe orden alguno de jerarquía.

Empezaré contigo, Raúl Jiménez, conseguiste medular un doblete para tu amado Benfica ante el Vitória Setúbal en Portugal; que ocupa el lugar número 13 de 18 en la tabla y que tiene un punto menos de los partidos que ha disputado, simple ejercicio de perspectiva.

Tu segundo y definitivo pirulo fue de penalti, ejecución en la que debes ser considerado una deidad, eres un prócer desde los once pasos, no existe portero que pueda descifrarte, cuando haces tus malabares desde el manchón penal, nos conduces sin preguntar a una especie de videojuego en el cual siempre eres el guapo e inteligente de la saga.

En la linda selva que resultan las redes sociales hoy en día, empecé a debatir; animas que ahí exista debate, son sólo insultos, sobre quién ha sido el mejor cobrador de penales de la historia hablando de mexicanos.

Hace poco publicaron un estudio en donde te colocaron a ti, Cuauhtémoc Blanco, como el mejor cobrador de la historia. Tuve la enorme fortuna de poder jugar contigo mi querido ‘jorobado’, y contigo, Benjamín Galindo, y con el perdón del probable próximo gobernador de Morelos, así como de los glaciales dígitos, para mí, el ‘Maestro’ fue mejor, esa habilidad de ejecutar con la misma precisión con ambos perfiles resultaba inaudita e incomparable.

Ahora, regresando a ti, Raúl Jiménez, tus dos goles deben ser celebrados porque no fueron decorativos, fueron directamente al marcador, aspecto que no suele ser frecuente, ni un tópico que te caracterice. Meter goles, de cualquier manufactura, debe ser reconocido, pero mucho más aquellos que definen resultados, no tanto los que abultan los mismos, y tú has pasado más tiempo abultando marcadores que definiéndolos.

En tu descarga creo que tu vínculo con el juego resulta una delicia y es en donde haces realmente diferencia, si bien a los delanteros se les juzga bajo la fría relación de partidos jugados y goles anotados, si somos ligeramente más profundos en la exploración, tu aporte al deporte posee más sustancia en el desarrollo que en el finiquito.

Otro nombre propio del fin de semana fue el tuyo, Javier Hernández, volviste a vacunar a tu cliente, el Chelsea, entraste al minuto 70, estabas mojando y violentando las redes londinenses. Eres un inexorable depredador del área que destrozas a todos tus enemigos sin que se den cuenta, no te ven venir, cuando se dan cuenta ya los tomaste del cuello y se los rompiste en mil pedazos.

No comparto tu inhabilidad para sortear y comprender las críticas como si tuvieras la verdad absoluta, no siento empatía alguna por tu irrazonable costumbre de poner escudos ante quienes piensen diferente a ti, pero reconozco, venero, y me rindo ante tu brutal instinto dentro del área y ante tu elevada estirpe goleadora que te ha definido.

El tercer nombre que me alteró los sentidos y me hizo reflexionar fue el tuyo, Ángel Reyna, te mandaste un gol de otra galaxia, pero no sólo fue la sublime técnica individual cuando golpeaste la pelota y la pusiste en la horquilla izquierda de la portería de Nahuel Guzmán, lo que me convulsionó fue la jugada previa en la que nos obligaste a observar un gesto reconocible de aquel furibundo, serio y competitivo futbolista de antaño.

Contigo me pasa mucho, cuando te veo enarbolar jugadas como la del domingo pasado en el rojo y sagrado terruño del Toluca, me transportas sin reparo al ayer, y me inunda la nostalgia al identificarte como un mágico futbolista, de esos que lo mundano lo convierten en arte, pero que lo hacen tan de vez en cuando que no logró atinar en qué línea del tiempo estamos situados.

Otro ente no tan rimbombante como los antes señalados eres tú, Sebastián Palacios, fuiste parte esencial de la bélica toma del Estadio Cuauhtémoc en Puebla, fuiste el cabecilla de una colosal madrina en la que te relacionaste con la garita enemiga en cuatro ocasiones.

Después de tu fabulosa exposición me acordé de la primera ocasión que metí cuatro goles; no fueron muchas más, pero la primera la recuerdo como si fuera ayer.

Fue ante la Universidad de Guadalajara, y mi gran cliente y amigo Hugo Pineda. Fue una sensación de inmortalidad nada sencilla de poder explicar, de esos momentos en que uno se siente como un ser iluminado, reitero mi aversión por la estadística, pero como delantero, por partido en un gran día, como máximo rematas a gol una tercia de veces, bueno, cuando zarandeas las redes enemigas cuatro veces es como levitar.

Así lo hiciste tú, Sebastián Palacios, desde una trinchera sin farolas, te llegaste a convertir en Superman, con todo los implementos, el uniforme azul, la capa roja, y sobre todo la ‘S’ en el pecho.

Cuatro nombres y apellidos con rimbombante estilos, historias y agendas, que durante este fin de semana fueron parte de la aristocracia nacional de la pelota.

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