CR7 se roba show en magistral empate entre Portugal y España

Cristiano Ronaldo celebra uno de sus goles contra España
Cristiano Ronaldo celebra uno de sus goles contra España | EFE
El delantero luso marcó un monumental triplete en partidazo que terminó 3-3
2018-06-15 | FELIPE MORALES
c.malfabon
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Si España es un coro, Portugal es un solo. Si La Furia, desde su colectividad, canta con la pelota, Cristiano agudiza los sentidos con la guitarra eléctrica. Fue, entonces, un concierto de balón, de notas que arrullan y de otras muy altas que electrizan, desde la hiperactividad de CR7: el futbolista en modo heavy metal.

La Selección Española se pasa el balón como se pasa la paz en misa los domingos. En voz bajita: Una y otra y otra y otra y otra vez hasta decir amén. Le encantan los cómos. Le fascina el cuero. Está obsesionado en hacer rondos, muy parecidos a entrenamientos a puerta abierta. España fue España.

Pero CR7 ya se había estremedido animadamente, terminada la ceremonia de los himnos, como aviso de lo que está por venir. Desde qe se quitó la chamarra ya ganaba 1-0. Y así, al inicio, vendió un penal, que el árbitro compró desde la comodidad. Y lo cambió por gol. Fue su cuarto Mundial consecutivo abrazando a la red, igual que Uwe Seeler, Miroslav Klose o Pelé...

Pero Diego Costa igualó con la confirmación de que el gol requiere de escalas. Bajó una pelota, precedida de un manotazo en la cara de Pepe; después amagó una, dos y tres veces preparándose para soltarle la pierna al balón. Fue un gol de un futbolista muy parecido a un tractor con piernas. Si España es seda, Costa fue la consumación de La Furia…

Pero como a la naturaleza le placen los equilibrios, David De Gea fue, en consecuencia, un craso error. Cristiano disparó con la fuerza proporcional a su músculo y el arquero español, atajó con manos de fideo. El balón se le escurrió entre la vergüenza, mientras el portugués se señalaba el pecho. “Yo estoy aquí”. De Gea no.

 

 

 

Pero España  trabajó una jugada de pizarrón con una pelota dibujada en el aire, aterrizado por la paciencia de Busquets, hacia el olfato casi asesino de Costa. Tres toques y gol con perfume a Lopetegui y festejos con aromas a ‘Hierro’...

El partido ya se jugaba desde el frenesí. Los españoles tocaron el piano con el balón. Lo acariciaron con ternura y una sincronía casi poética, estallado en el botín de Nacho, el héroe inesperado de un balón estético que entró a la portería incluso antes de entrar, desde el acomodo del cuerpo. Poste y gol. España ya ganaba.

Pero, entonces, Piqué le puso moño a una falta en la frontera del área. Cristiano ajustó la mirada en la escuadra, como si estuviera grabando un comercial. Y después, con un gol de museo, se grabó en la realidad con un triplete para la eternidad….