Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

'Cruzazuleada’ remasterizada, versión 2020

2020-01-12 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Cruz Azul es la recuperación semestral de la desconfianza; no es que pierda: es cómo lo hace. Otra vez. Como siempre, en el último vapor del partido. Aturdido, desorientado, colapsado, reinventado. En la desgracia. La Máquina cayó en el Estadio Azteca, ante el Atlas, como sabe hacerlo: diluido en agua tibia, multiplicado en el desconcierto.  Se ha visto una ’cruzazuleada’ remasterizada, versión 2020.

El partido se jugó en el verde pasto de lo espeso; en arenas movedizas. Fue una disputa muy parecida a un entrenamiento a puerta abierta, desde la palidísima automatización de los conceptos; La Máquina era lenta hasta para perder el volado y el Atlas fue la pastosidad hecha futbol.

Pero el gol a veces no sabe de tramas; se escapa y se quita la cadena de la monotonía y aparece explosivo, fulgurante. Como cuando Elías Hernández alzó la cara y su botín derecho le sonrió a la red en un lanzamiento kilométrico al palo más lejano. Fue un gol para los libros.

En esa dinámica de flujo, Pablo Aguilar estrelló un cabezazo en la madera y en el rebote vació la pelota al lado del poste izquierdo. Fue el optimismo hecho desperdicio o el pesimismo que sería confirmado después...

Muy pronto, Orbelín Pineda fue expulsado por un pisotón y el contexto del partido tuvo otra connotación: Cruz Azul debía aprender a sufrir. Pero no lo hace desde el esfuerzo alineado de quien cierra las filas sino desde el resultado, porque el sufre como otra forma de vida.

Llegó el empate, porque era cuestión de probabilidad. Ángel Márquez disparó de zurda, cruzado, ante un Jesús Corona fusilado. En Santa Úrsula se sintió aquella vieja, en el que el futuro se puede presagiar...

Y pasó lo inevitable en los últimos minutos. Cruz Azul se desmorona por aquella fragilidad mental que ya debería usar número y alinear. Jeraldino prendió de zurda una pelota que le venía botando y guiñando hacia la anotación. Y la consumó con la pericia de quien sabe que no hay nadie en casa y alza los pies en la mesa del gol.

Aquellas luces que se habían encendido en el Azteca se apagaron con el soplo de la realidad. ¿Cruz Azul es la víctima de sus jugadores o los jugadores son las víctimas de su club? Las maldiciones no tienen fechas de caducidad si en el trayecto todo se ha venido haciendo igual de mal...

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