Opinión

Vero Velázquez

Una experta del mundo Running, quien nos dará los mejores tips para correr y llevar un estilo de vida saludable.

‘No quiero correr’

2018-05-04 | Verónica Velázquez
VERóNICA VELáZQUEZ
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Vengo a contarle algo importante, algo que quizás resuene con usted: ‘No tengo ganas de correr y retomar el hábito está siendo más difícil de lo que pensé’.

Resulta que estoy tratando de reiniciar una rutina de entrenamiento donde al menos haga tres sesiones de carrera a la semana, motivada por un grupo de compañeros de trabajo que, muy entusiasmados, están comenzando a correr para hacer su primera carrera de 10 kilómetros.

La mayoría de ellos nunca han corrido más allá de perseguir a un camión. Entonces, yo he sido la elegida para guiarlos un poco con mi experiencia. El compromiso de dar el ejemplo es grande. El problema es que, para la gente que no corre, decir que has corrido un maratón te coloca en una posición de ‘Forest Gump incansable’, la percepción es que ‘para ti es súper fácil, corres maratones’. Y pues, nada más alejado de la realidad.

Llevo un par de meses sin seguir un entrenamiento formal y dejándome correr solamente cuando tengo ganas, sin presión por el tiempo o la distancia. Pero ante las muchas carreras interesantes que se vienen en el calendario, decidí que es momento de avisarle a mis músculos y a mi cerebro que hay que entrar en disciplina de nuevo.

La cosa es que he estado haciendo el intento de disciplinarme ya desde hace tres semanas y aunque he aplicado todas las técnicas para readopción de rutinas que conozco, no he tenido tanto éxito.

Juiciosamente, he tratado de engañar a mi cerebro con la fórmula que recomiendan los psicólogos para que un nuevo hábito sea adoptado permanentemente: tener un recordatorio y una recompensa.

Hoy, por ejemplo, mi recordatorio fue dejar lista la ropa con la que correría a las siete de la mañana. También puse una alarma en mi celular con una frase motivadora que vería al despertar. La recompensa también ya estaba planeada y era bastante motivadora: ‘hot cakes’ para desayunar.

¿Sabe qué pasó? No lo logré, bueno, lo logré a medias. Le puse pausa el despertador sin voltear a ver el mensaje y me volví a dormir. Eso lo repetí tres o cuatro veces, hasta que comencé a enojarme un poco conmigo misma y como resultado del enojo me levanté de la cama. Pensando que ya era tarde para correr, estaba a punto de abortar la misión, pero me puse los tenis y me salí a la calle. Un poco es mejor que nada, pensé.

Durante los primeros 500 metros iba refunfuñando, todavía medio dormida. Pensando que quizás sólo caminaría, esa era mejor idea. Cuando llegué al parque comencé a correr y cada paso que daba fue siendo más ligero. Al cabo del primer kilómetro comencé a sentirme con más energía y entonces negocié conmigo misma un kilómetro más, con la condición de no voltear a ver el reloj para ver cuánto faltaba, sino concentrándome en lo que había en el parque: perros jugando, clase de baile, árboles floreciendo…

Para cuando llegué a mi meta, ya estaba despierta y fresca, sentía el aire en mi cara y correr estaba siendo una gran idea. Entonces pensé que cuatro kilómetros era un número más prometedor. Así que seguí. Me concentré en mi respiración, en mi postura, en relajar mis brazos, en disfrutar que mi cuerpo está sano.

De pronto, el reloj marcó el cuarto kilómetro, ¿y sabe qué pasó? Quería correr más. No lo hice porque mi pelea con el despertador me dejó poco tiempo, pero sí anoté que la recompensa de correr llega justamente cuando lo haces, y que el recordatorio, a partir de hoy será mi sentimiento de no querer correr. De cualquier forma, también seguiré recurriendo a los ‘hot cakes’.

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