Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Thibaut Courtois, arquero

2019-10-25 | Luis García
LUIS GARCíA
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Desempeñar la demarcación que tú ostentas en el campo de juego es espeluznante, ya que se camina con suma frecuencia en la cornisa, normalmente se transita en los extremos, es decir, o se es villano, o se es héroe, difícilmente pasas desapercibido.

Desde el simple hecho de vestirse diferente que los compañeros, usar guantes y poder tocar la pelota con los manos, automáticamente al portero se le coloca en un patíbulo en el cual vive aislado de la comunidad. Por natura son locos, no todos, pero la mayoría, y me refiero a esos locos lindos, su mente y alma funcionan diferentes, el ejemplo más cercano y fehaciente que avala mi anterior teoría es mi compadre Jorge Campos. Si bien es cierto se sale de la media, es un referente de la locura bien entendida, un descomunal personaje que vive en otra dimensión, excéntrico, risueño, que va a su ritmo sin perder el tiempo en insulsos inconvenientes y que nunca se preocupa de nada, así fue como portero, así vive la vida, y la neta lo envidio.

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Regresando a ti Thibaut, me referí a la complejidad de la posición porque en las últimas fechas venías siendo severamente cuestionado, es evidente que ser parte de la Casa Real, de la Casa Blanca, del Real Madrid, reduce el margen de yerro. Pero te cargaron culpas que no te correspondían, como la torpeza de ponerte a competir con Keylor Navas, incluso el mal trato al excelso deportista costarricense de parte de la directiva blanca te lo achacaban a ti cuando tú no tuviste absolutamente nada que ver en esa confusa decisión. A eso había que agregarle que saltaste del Atlético de Madrid; cierto, tuviste una escala en Londres con el Chelsea, al Real Madrid, y de la nada te hiciste de fieros enemigos cuando hacía algunos años estos mismos que pedían tu cabeza en una bandeja eran quienes te idolatraban por tu glorioso y exitoso paso por mi amado 'Aleti', incluso pintarrajearon y escupieron tu reconocimiento en el Wanda Metropolitano. Hace varios ayeres tuve la oportunidad de charlar contigo en Majadohonda en donde entrena el Atlético de Madrid, y descubrí en ti a un chamaco sin prejuicios, sencillo, inteligente, sin complejos y con una organización mental notable, quedé gratamente sorprendido por tu claridad del ideas, y obvio por tu absurda altura. La facilidad con la que un deportista profesional, sea cual sea la disciplina, pasa de ídolo a aborrecido, y viceversa es desquiciante e imposible de asimilar. Este negro torbellino que se estaba generando alrededor tuyo empezaba a tornarse grotesco, de un momento a otro pásate de ser un grandioso arquero a uno mundano, craso error, nadie pasa de ser un destacado jugador a uno mediano en un par de semanas.

Tu actuación en Estambul ante el Galatasaray refrescó la memoria, desempolvó la mente sobre la clase de portero que eres, fuiste por mucho la figura, haciendo extraordinarias atajadas, mismas que siempre nos has regalado, desde el Genk, pasando por el Atlético de Madrid, Chelsea, Real Madrid, y qué decir bajo los tres postes de tu emblemática Bélgica, en donde has jugado de manera impoluta dos Copas del Mundo, la última sublime, y la Eurocopa de Francia en 2016. Has conseguido múltiples y mayúsculos títulos tanto individuales como colectivos, por eso celebro que en el último cruce de la Champions League hayas disipado dudas y mandado al carajo burdos cuestionamientos sobre tu probada calidad. Volviste a ser ese galáctico cancerbero, el mítico perro de tres cabezas que guardaba las puertas de los infiernos. 

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