Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Orbelín Pineda, resurrección

2018-08-28 | Luis García
LUIS GARCíA
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El pasado viernes por la noche tuve el placer de estar en la transmisión del Atlas vs. Chivas, el afamado Clásico Tapatío que jugué en varias ocasiones y que solía sacudirme las entrañas de manera severa.

En aquellos ayeres, nos dirigías tú, Ricardo Ferretti, y destacaban nombres y apellidos rimbombantes como los de ustedes Claudio Suárez, Ramón Ramírez, Alberto Coyote, Jesús Arellano, Noé Zárate, Joel Sánchez, Ricardo Peláez, Marco Antonio Ruiz, Manolo Martínez, Paulo César Chávez y varios más, éramos un trabuco.

Del otro lado de la acera estabas tú, Ricardo La Volpe, como jefe de vestidor, y tus escuderos también eran dignatarios, con una base más joven, pero tipos que jugaban a la pelota de manera deliciosa y eficaz, entre esos distinguidos futbolistas estaban Rafael Márquez, Juan Pablo Rodríguez, Jorge Almirón, Daniel Osorno, Miguel Zepeda, César Andrade, Mario Méndez, Hugo Norberto Castillo, Gerardo Estrada y algunos más, también eran un equipazo.

Los cruces que tuvimos fueron monumentales, partidos jugados a un nivel mayúsculo de presión y de calidad, un día salí inspirado y metí tres pirulos, fue uno de los mejores juegos de mi historia.

Es por ello que cada vez que me toca estar en un duelo de éstos como comentarista se me eriza la piel, no pienso ni suelo hacer comparaciones del pasado con la actualidad, son torpes e inútiles.

No se puede obviar que la tensión del costado de los rojinegros es alta, asfixia, desde que llegamos al saleroso Estadio Jalisco sentimos el ambiente enrarecido, extrema seguridad, de más incluso; en la semana, algunos de la barra del Atlas se presentaron en las instalaciones de su equipo, y a la usanza sudamericana apretaron a sus jugadores y dirigencia, es por ello que el día del juego la energía reinante que se podía sentir era pesada.

Justo antes de que rodara el balón en la cancha se cayó el cielo, fiel al estilo en Guadalajara cuando llueve, hasta rayos cimbraron el inmueble, generando un espectro de mayor pesadumbre al entorno.

Atlas inició de manera fascinante, fueron osados, y de tu mano, Ricky Álvarez, se hicieron del juego, mientras estuviste en la cancha los tuyos apretaban al rival, lo condicionaban, y se acercaron a romper tan doloroso récord de no anotar en siete jornadas, saliste por lesión y los nubarrones se ciñeron sobre el horizonte atlista, no les sobra calidad, así que cuando su artista máximo se fue, quedaron expuestos.

Y fue exactamente en ese preciso momento en donde apareciste tú, Orbelín Pineda, decidiste hacerte el dueño del escenario. Empezaste a correr con la pelota atada a tus botines y con una amplia sonrisa por todas las zonas del campo lograste cambiar la amargura y sufrimiento de tus compañeros por esperanza, la cual fue incrementando cada ocasión que el balón estaba bajo tu regazo.

Hiciste un partido que rayó la perfección, corriste un maratón, pensaste todo el tiempo y metiste el gol del triunfo.

Y llamarle simplemente gol a tu excelsa ejecución sería faltarte al respeto, y no lo pienso hacer. Tu anotación fue una obra de arte, una fusión de técnica individual, locura, y aventura, todo fue hermoso, desde cómo controlaste la pelota, el imperceptible, pero insostenible amague que tiraste, y la media vuelta girando la cintura como bailarín del Bolshói. Que el balón se estrellara en la red a la altura de la escuadra con la mirada impávida del buen portero José Hernández hizo que tu malabar desquiciara a propios y extraños, qué decir de tu festejo con voltereta y salto mortal incluido, digno de un competidor de gimnasia olímpica de alto rango.

Fue un perfecto premio al mejor de la cancha y te destaco porque en esta contienda tuviste pocos socios, tú, Gael Sandoval, sigues estando un escalafón por debajo de lo requerido, y ustedes, Isaac Brizuela y Javier López, fueron intermitentes en su necesaria sociedad contigo.

Me da mucho gusto verte de regreso, la revolución de las Chivas que montaron hace tres duelos la iniciaste tú, la comandas tú, y depende en gran medida de tu magia. También es verdad que llevabas extraviado varios meses, tanto que te bajaste del avión que viajó al Mundial de Rusia mucho tiempo antes que dieran la lista final de pasajeros.

Dio la triste impresión que las obligaciones te asfixiaron, no pudiste con la etiqueta de jugador diferente, se te cansó el caballo, se te acabó la gasolina, se te acabaron las ideas, y tu mente y alma se colapsó. A jóvenes futbolistas con tus notables habilidades les suelen suceder estas turbulencias, groseras caídas en su rendimiento, son tan brillantes que les cuesta mantener un nivel de excelencia.

Me parece hasta natural y necesario que tropiecen, las crueles lecciones son las que terminarán por hacerte madurar, pero también creo ya no puedes permitirte un declive tan notorio.

Tus acaudaladas facultades futbolísticas merecen que las exhibas con frecuencia, no digo que tengas que robarte todos los partidos en solitario, pero sí creo que debes mantenerte en una franja de brillantez que vaya en concordancia con tu inteligencia para expresar el juego.

La pelota siempre tan bipolar el viernes por la noche en el Estadio Jalisco, por un lado hizo más profundo el pantano en el que vive el Atlas, y a la vez fue testigo de tu gratificante resurrección Orbelín.

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