Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Luis Montes: señor feudal

2019-05-18 | Luis García
LUIS GARCíA
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Han pasado un par de días del duelo entre tu equipo y el América, combate que anduvo en la cornisa de ser utilizado como pretexto ante cualquier desatino en contra por parte de cualquiera de los dos clubes, esto debido a la contingencia ambiental.

Por suerte, ninguna de las dos organizaciones, ni ninguno de sus militantes se aferró a tan burdo argumento para justificar nada. El partido, el cual generó mayúsculas expectativas no resultó lo que se esperaba, mucho músculo, mucho esfuerzo, mucho sudor, y poca magia, poco atrevimiento, poca locura, como resultado, fue un enfrentamiento denso y amargo que en cierta medida decepcionó, dadas las múltiples y lindas virtudes en ambos bandos para vincularse con la pelota.

Dentro de lo rescatable de la contienda exigieron dos fascinantes personajes, uno de cada lado, de los amarillos tú Guido Rodríguez te mandaste un partido de ensueño, corriste un maratón, repartiste el balón con criterio y soltura, y recuperaste la pelota un sinfín de ocasiones, veremos si te puedes recuperar físicamente de aquí al domingo, tu generosidad fue ejemplar.

Del lado verde el artista de la noche fuiste tú, Luis Montes, y con el perdón del argentino arriba mencionado contigo me extenderé más, ya que te robaste la noche en Querétaro. De entrada tu entrenador Nacho Ambriz debió realizar un imprevisto ajuste por la lesión de tu socio Iván Rodríguez, un distinguido medio de contención que funge de manera dual, con la pelota en los pies es un mariscal de campo, y cuando no la tiene es voraz en la recuperación, es tu socio natural y fue sustituido por Rubens Sambueza, enorme futbolista pero con otras habilidades.

Así que debiste retrasar tu demarcación natural unos metros, sacrificando tu agudeza ofensiva para convertirte en el orquestador. Lo hiciste de manera excepcional, quien no te haya visto nunca jugar, se pudo haber confundido pensando que ese es tu sitio ideal, no lo es, ni cerca lo es, pero pareció que sí lo era porque lo bordaste, sencillamente lo escalaste.

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Fuiste un provocador natural, incitaste durante todo el partido a tus rivales, los confrontaste con bravura e inteligencia, y a varios los sacaste de sus casillas. Aunque había mucho tráfico por donde te moviste, Guido Rodríguez leyó bien que debía encimarte aunque estuvieras muy lejos de su zona de influencia, incluso amagó una tercia de veces con incordiarte, pero se topó con un irresponsable; bien entendido el concepto, que siempre tuvo soluciones para liberar la presión.

Cada vez que tenías el balón con desparpajo invitabas a tus oponentes águilas a intentar quitártelo, no lo consiguieron nunca, y cuando lo hicieron fue mediante groseras patadas que les costó a varios la tarjeta amarilla. Eres de baja estatura, pero cada acción en la que participabas te hacía crecer, al grado que terminaste por ver a propios y extraños por encima del hombro.

Fuiste gestando una pieza de arte, cada toque de primera intención, cada regate, cada amague, cada arrancón, cada cambio de juego, fueron pequeños trazos en tu lienzo que iban enriqueciendo tu obra maestra, la cual tuvo el punto más álgido, más hermoso, y la vez más temible para tus contrincantes, con ese pase filtrado de un toque que le diste a Rubens para que se la pusiera en bandeja a Macías, anotación del chamaco mexicano que tendrían que apuntártelo a ti porque fuiste tú el macabro cerebro en el gol del triunfo.

Tus violentas y armónicas evoluciones del jueves por la noche me hicieron recordar aquel fantástico futbolista en la previa del Mundial de Brasil 2014, el cual brillaba, lucía, y sacudía emociones sin reparo, hasta que vino aquella cruenta lesión. Querido Luis, dictaste cátedra, fuiste un cabecilla con rigor, un embajador del bien jugar, nos regalaste una noche pletórica en donde confirmaste el porqué usas el número '10' en la espalda y ostentas el gafete de capitán, fuiste un mandón seductor e implacable.

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