Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Hiram Mier: Efigie

2020-03-28 | Luis García
LUIS GARCíA
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Como bien decía Gloria Trevi, sigamos con el recuento de los daños, esto en relación con escarbar para remembrar a medulares celebridades de la pelota, o a quien yo considero lumbreras, ahora que estamos en pausa deportiva.

Y esta ocasión quisiera hablar de ti, Hiram, un futbolista de nulo exhibicionismo, nada ruidoso, pero que en cada sitio por el cual has pasado, los que no han sido tantos, te has encargado de dejar impecable e indeleble marca. No te conozco personalmente, pero de lo visto, leído y escuchado, llego a la conclusión de que eres un hombre educado, con suma inteligencia emocional y de suma valía para todos tus gestores deportivos.

Demos una pequeña vuelta por tu caminar en el futbol: empezaste en Monterrey, fabulosa plaza futbolera, y con un club que junto a Tigres decidieron arrastrar al medio a un paraje mejor, sí, mediante poderío económico, pero lo hicieron. Y dentro de esa locura y constante transitar de figuras nacionales y foráneas, te hiciste de un hueco, tomaste sitio, fuiste un palpable abanderado de la esperanza de jóvenes futbolistas mexicanos que debían luchar en inclementes condiciones por hacerse de un espacio. Tú lo lograste con los salerosos Rayados, debutaste en el 2010 en la Liga de Campeones de la Concacaf contra el Seattle Sounders, fue tal el envión que tomaste desde ese momento que Víctor Manuel Vucetich, el sabio entrenador, tuvo que darte cabida, y terminaste jugando de titular la Final. Y de ahí todo se te vino muy rápido, merecido, pero a una velocidad que resulta complejo asimilar.

Uno de tus puntos álgidos lo encontraste, más bien lo forjaste, en Londres 2012, los Juegos Olímpicos. Tuve la enorme fortuna de viajar a tan poderosa urbe y comentar todos los partidos de tan honorable Selección Nacional. Aprovecho para escribir sobre mi participación en unos Juegos Olímpicos -insisto en que estoy escarbando en la historia para mis columnas-, fueron en Atlanta 1996. Teníamos un trabuco, los tres mayores éramos Jorge Campos, Claudio Suárez y yo, comandábamos, si así se le podía definir, a una extraordinaria generación, de las mejores de la historia, apellidos de la prosapia de Blanco, Pardo, Abundis, Davino, Villa, Arellano, Palencia, Sánchez, Sol, Alfaro, entre otros. Penosamente nos cruzamos con la mejor generación de la historia de Nigeria, y fuimos justamente eliminados en Cuartos de Final. No estuvimos ni en la Villa Olímpica ni desfilamos, cosa que me dolió enormemente.

Regresando al actor principal de este escrito, tú Hiram, fuiste figura del mayor éxito de un combinado nacional en relación con un balón de futbol. Te mandaste unos Juegos Olímpicos para enmarcar, si bien Jesús Corona y Oribe Peralta se llevaron las loas y los titulares, tú fuiste piedra angular en la consecución de la medalla áurea.

Tu luminosa actualidad hace justicia a todo lo que le has regalado este fabuloso deporte, eres de los capitanes morales del Guadalajara, y no son muchos quienes ostentan tal distinción. En la reciente y desastrosa época rojiblanca, de los pocos que se salvaron de ser mandados al caldazo, fuiste tú, sin duda. Y hoy eres el guapo de la película, eres el mandamás en el fondo de las Chivas, si faltas tú la última línea llora sangre. En tu espalda y alma se recargan el renacido portero Toño Rodríguez, el recuperado Jesús Sánchez, el impetuoso joven Gilberto Sepúlveda y el eterno Miguel Ponce por el costado izquierdo. Y por si todo esto fuera tema menor, eres el perfecto mosquetero y escudero para Jesús Molina y Fernando Beltrán, este par de finos mediocampistas saben que su retaguardia está bien custodiada, tanto que no tienen ni que voltear.

Disfruto enormidades tu manera de entender y expresar el juego, siempre estás un paso por delante de lo que va a suceder; ese sentido e instinto no cualquiera lo desarrolla ni lo pone en marcha. Me encanta tu sobriedad, eres una enorme baza para desterrar a los gritones protagónicos que apenas subsisten por su lengua, tú lo haces mediante tus mesuradas y eficaces determinaciones. Eres un excelso y maduro defensor central, de esos que enarbolan con total dignidad y garbo el espinoso arte de defender.

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