Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Ekaterimburgo: Dualidad

2018-06-29 | LUIS GARCÍA
LUIS GARCÍA
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En este hermoso paraje ruso, en la parte asiática, a las faldas de los Urales, en donde cayó la dinastía de los Romanov, el ejército mexicano se derrumbó, fue vapuleado, fue borrado por unos feroces, pulcros y sabios vikingos.

Fue una novela de horror, una historia que fue tomando amarga forma desde los primeros minutos en donde tú, Guillermo Ochoa, a pesar de haber recibido tres pirulos, fuiste el héroe de la contienda, así de grotesco estuvo el trance. Los suecos, equívocamente demeritados, fueron dueños del juego los 60 minutos que duró el combate, y me refiero a ese número de minutos porque de forma inverosímil los mexicanos no quisieron saber nada más después de esa franja de tiempo en el partido. Este grupo de futbolistas sólo sabe convivir con el halago, con la crítica les resulta espinoso hacerlo, como si de pronto el que se atreve a juzgar su mal rendimiento esté cometiendo una atrocidad cuando sólo se consignan los hechos. De la misma manera en como se reconoció la magnífica y pletórica actuación ante los alemanes hace algunos días, de la misma manera se debe señalar el patético desempeño ante los nórdicos, pero no, esto último resulta una estúpida extravagancia para quienes disentimos de los protagonistas.

Debo decir que mi señora, la gran 'Roska' Pérez, quien me humaniza, me baja del ladrillo cuando me subo a uno, y me provee de los mejores consejos laborales y personales, me dijo que había sido muy duro con la Selección Nacional durante la transmisión, incluso algunos de esos 'valientes' que viven agazapados en las redes sociales después de recordarme a la Postiga, mi madre, remataron escribiéndome que no soy un buen mexicano por criticar y no apoyar. A mi esposa le creo a rajatabla, pero que alguien que no me conoce venga a cuestionar mi sentido patriótico me resulta aberrante, no soy porrista de la Selección, nunca lo fui, nunca lo seré, no utilizo las cámaras ni el micrófono para caer bien, tengo 50 años y tengo muy pocos amigos, digo lo que pienso y lo que siento, sé perfectamente que no es la verdad absoluta, pero es mi verdad y siempre la voy a expresar. Ahora, hablar bien del representativo nacional no me hace un mejor mexicano, y hablar mal no me hace menos mexicano, soy un enamorado de mi país, al cual defendí con honor mediante una pelota, y no voy a soportar que nadie cuestione mi lealtad a mi amada nación, máxime porque no fui yo quien arrastró las piernas.

México calificó con justicia, de eso no hay debate, en el cómputo final fue mejor que Alemania y Corea del Sur, no se puede mancillar el hecho de haber conseguido seis puntos, pero también calificó porque los asiáticos le metieron dos a los germanos, ambos hechos están vinculados, están ligados, ninguno viviría sin el otro, tanto así que después del minuto 70 del cruce, todos empezamos a prestarle mayor atención al partido que se estaba desarrollando en Kazán, y si no mal recuerdo los futbolistas mexicanos permanecieron en círculo en la cancha esperando el desenlace de la contienda vecina. Este equipo nacional tiene un gran problema, no sabe revertir los malos pasajes, cuando los juegos los encauzan en el rumbo correcto se les ensancha el pecho, les crece el corazón, se elevan varios centímetros, se les percibe confiados, emanan poderío, pero cuando el balón rueda en su contra se les comprime el pecho, se les achica el corazón, bajan los hombros, se les percibe dubitativos, emanan flaqueza emocional, y terminan abandonándose. Y en una Copa del Mundo pensar que vas a dominar todos los partidos, o que siempre vivirás momentos gratos es una falacia, hay que saber atravesar las tormentas mojándose, pero sin ahogarse, y este equipo en ocasiones se hunde aunque la lluvia no sea tan severa.

Se viene Brasil, una fascinante selección que juega y te permite jugar, que es favorita sobre los nacionales, y es ahí, en ese refugio de víctima, en donde los mexicanos suelen sacar esa bestia interna, ya lo hicieron en su primer cruce, queda la ilusión que lo vuelvan a repetir. Son pocos días para recoger los pedazos, para cicatrizar las heridas, para recuperarse física y emocionalmente, pero por otro lado no existe mejor escenario que salir al coliseo y tener que lidiar con el animal más peligroso, el más feroz, el más temido.

Sigo creyendo que la fortaleza de esta Selección Nacional es su experiencia, la costra que han desarrollado en varios ciclos mundialistas y en varios Mundiales, hoy más que nunca deben echar mano de esa coraza, de ese escudo. Reconocer que los sacudieron hasta las entrañas no es malo, que se equivocaron, aceptar las fisuras que expusieron no los minimiza, al revés, los fortalece. La proeza radica en identificar las áreas de oportunidad y encontrar en escasas horas las soluciones a dichas lagunas. En el combinado nacional siguen estando los Guardado, los Hernández, los Vela, los Herrera, los Ochoa, los Márquez, los Moreno, aunque no jugará, los Layún, y demás capos que deberán cerrar filas, decirse una que otra lindura a la cara y en privado, y abordar el delicioso cruce ante el colorido Brasil con alegría, con desparpajado, con locura, soltando lastres.

Que así sea, ganar y perder en una Copa del Mundo es natural, pregúntenle a Alemania o a Argentina, el cómo ganar y el cómo perder hace total diferencia, México ganó de forma señorial y jerarquía sus dos primeros partidos, y perdió de forma horrorosa su tercer duelo, la
salvación consiste en no visitar los polos con tal frecuencia

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