Opinión

Luis García

El Doctor une el amplio conocimiento deportivo con un estilo propio. Sus geniales comentarios que lo han hecho referente de la TV tienen también su lugar en nuestro diario.

Edgar Méndez, patria

2018-11-30 | Luis García
LUIS GARCíA
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Llegaste a nuestra nación hace más de un año, el torneo en curso es el tercero en el cual formas parte de Cruz Azul. Tu inicio fue deslumbrante, dada mi edad y mi escasa retención, me cuesta acordarme de las cosas del ayer, pero recuerdo con cierta claridad que estuve en tu debut, transmitimos el partido en el cual anotaste un par de pirulos contra Xolos, allá en Tijuana, te robaste la fiesta y lo hiciste de manera elegante y contundente.

Tu currículum vitae previo a tu arribo a México no contaba con clubes de prosapia, es más, en su mayoría fueron entidades de bajo perfil, en las cuales no lograbas pasar mucho tiempo seguido, modificabas de filiación prácticamente cada año, así fuiste transitando por el Real Madrid C, Atlético Ciudad, Real Betis B, Melilla, Almería B, Real Jaén, Tenerife, Almería, Granada y Deportivo Alavés, insisto, ninguna organización como para lanzar cohetes. Es por ello que tu migración a nuestra tierra generaba razonables dudas, te legitimizó Paco Jémez, un loco lindo, un hombre que va para adelante y ferviente defensor de sus ideas.

Eres de Arafo, un municipio de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, por ende, saleroso por natura, en el Atlético de Madrid tuve el privilegio y la enorme fortuna de ser compañero de cuarto de Juanito, un defensor central de tu terruño, un tipo con una inherente gracia y agudeza que me hacía, y nos hacía partirnos de risa. Hago puntual referencia a este salero que poseen los nacidos en donde tú lo hiciste, porque contrasta de manera grosera con tu manera de expresar el juego, no te conozco personalmente, por eso señalo en exclusiva lo que percibo con la pelota. Y observo a un tipo serio, solemne, cumples a carta cabal con el plan colectivo, es decir, no te inmuta en lo más mínimo sacrificar tu lucimiento individual en benéfico de tu cofradía, y eres sumamente pulcro en el cumplimento de las tareas.

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Pues bien, han pasado largos meses en donde tu andar ha sido como la montaña rusa, altas pronunciadas y bajas de la misma manera, y en ninguna de las dos orillas, ni en la favorecedora ni en la oscura, has perdido la estabilidad, no te expulsan de tu centro ni los aplausos ni las mentadas, y eso nos habla de un hombre con cacumen y corazón estable.

Ahora, en un momento crucial para tu institución, estás de necio queriendo ser parte de los cabecillas que arrastren el barco a buen puerto, en el partido de ida en Querétaro lo hiciste patente, no sólo por tu gol, el cual nos recuerda tu desarrollado instinto, está claro que no sabías que Elías Hernández iba a patear de tan deleznable manera, algo en tu interior te obligó a estar atento y sencillamente empujar el balón, y de paso liquidar la eliminatoria; por más que se diga que no se ha acabado, se acabó y punto.

Históricamente los mexicanos manejamos extrañas maneras de nacionalismo, caemos con suma facilidad en ser patrioteros, el padre de mi padre y la madre de mi madre eran españoles, yo soy un furibundo mexicano, adorador de mi nación, de su historia, de sus costumbres, de su magia, y de todo lo que huela o sepa a México, pero eso no me exime de tener un enorme cariño y respeto por tu país España, incluso en algún momento cometieron la locura e insensatez de darme trabajo y eso fortaleció mis vínculos y agradecimiento con tu nación.

En un álgido momento en donde Ignacio Taibo II, un añejo inmigrante español, naturalizado mexicano desde 1984, comprometido con todas las causas y que desde siempre ha buscado la divulgación de la historia de México, pero que penosamente desconectó su culta lengua de su cerebro y con ello polarizó el debate entre españoles y mexicanos; y que quede claro, no pretendo ni cerca compararte con él, son distintas edades, profesiones, gremios, situaciones, orígenes, historias, todo, todo es diferente, pero celebro que un digno español como tú, Édgar, viva entre nosotros y sume desde la inteligencia, el honesto esfuerzo, la unión, y la sobriedad, sin importar a la profesión u oficio que te dediques

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