INEquidad electoral

Dicen que en política no hay coincidencias. Y no las hay porque todo forma parte de un cuidadoso tramado en donde todas las variables posibles son objeto de un minucioso análisis, o al menos, eso es lo pretendido.

Margarita Zavala supo, desde siempre, que no existía la menor posibilidad de ser electa presidente de México. Aún así, decidió participar en una contienda en donde las condiciones de inequidad no solo eran evidentes, sino la esencia misma de un sistema que bajo, ninguna circunstancia, admitirá, ni hoy ni nunca, que un candidato que no se encuentre bajo el cobijo de un partido político, tenga la menor posibilidad de conducir el destino de este país. Margarita decidió anunciar su renuncia a la candidatura una vez que, al menos la mitad del camino electoral, ya había sido recorrido, habiendo participado en tan solo uno de los tres debates presidenciales programados. Su imagen y plataforma política fueron sembrados a lo largo y ancho de la república mexicana. A pesar de haber dimitido, Margarita seguirá presente el día de la elección federal, pues su nombre quedó ya plasmado en las boletas electorales cuya impresión inició apenas hace unos días. En el intenso tour de medios posterior al anuncio de su retirada dejó entrever que su vida política se encuentra lejos de concluir. Por ello reitero que en política, nada es coincidencia, y que la participación de Margarita en este proceso electoral cumplió, con creces, los propósitos para la cual fue concebida, y que jamás tuvo como destino final, la ocupación de la silla presidencial, físicamente aún localizada en los Pinos, a ser convertidos, próximamente, en centro cultural. En este país en que formar un partido político resulta un trámite de ventanilla, y en donde hoy tres coaliciones agrupan a los nueve partidos existentes, (al menos seis de ellos coaligados con la única intención de sobrevivir), no resultaría sorpresivo que la décima franquicia haya dado ya los primeros pasos para su constitución. El músculo ya fue puesto a prueba, queda solamente formalizarlo. Al tiempo.

Pocas horas transcurrieron desde el anuncio formal de la dimisión de Margarita para que tanto Anaya como Meade expresaran elogiosos comentarios de Zavala. Mujer congruente, guerrera, visionaria, de preclaras ideas y de su profundo amor por México, fueron lo menos que se les escuchó decir. Al margen de tales lisonjas, la pretensión ha sido de una obviedad elemental: capitalizar en su favor a los simpatizantes de Margarita. A Meade, ni la suma de los del Bronco y de Margarita le servirían absolutamente para nada. Quienes aseguran que los simpatizantes de Zavala se sumarán a la campaña del PAN, olvidan que fue Anaya el responsable de la irreparable división de ese partido, y por ende del fortalecimiento de la candidatura de López Obrador. Vaticino que en la boleta del 1 de julio, miles de Zavalistas anularán su voto antes de entregárselo a Anaya o al propio ‘Mesías Tropical’. Hay heridas que tardan años en sanar, o que no lo hacen nunca.

A quien conduce la comunicación social de uno de los partidos contendientes, apodado por Tatiana Clouthier como el “analfabeta funcional”, se le atribuye la divulgación, por medios digitales, de un comercial que pretende cuestionar la salud de AMLO, empleando para ello a un anciano que habla de forma semejante a López Obrador, sentado frente al volante de un automóvil, al que, por sus evidentes limitaciones y edad, se le impide conducirlo. Se invita a los espectadores a no dejar “conducir” al país por un anciano enfermo, y en su lugar a cuidarlo y respetarlo. Ha causado tal indignación ese comercial que se le considera ya, una bajeza política. Nada de que sorprendernos en este circo político en donde la única regla existente, es que no hay regla alguna, ni menos aún, árbitro que pretenda aplicarla.