Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Se escribe América, se pronuncia papá

2019-03-17 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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La belleza puede ser una forma de eficacia; pero no toda eficacia es bella. El América gana los partidos desde la contundencia y la dosificación, porque puede. No hace sonar las sirenas del triunfo corriendo, gritando y empujando. Sale con calma al paso del triunfo, ante un Guadalajara multiplicado en la inferioridad de su pasado reciente, de su presente y de su distorsionado futuro…

En esa dinámica gobernadora, si los días de una semana tuvieran un color, serían amarillos, porque si el partido se calentó afuera de la cancha, desde la boca de los futbolistas, se enfrió en los pies de hielo de un Rebaño anárquico y despavorido. 

Y así, en los tres primeros minutos, Nicolas Castillo se tiró de cabeza hacia lo eterno cuando conectó un balón servido por derecha; fue un gol desde el instinto de lanzarse a lo desconocido para estrecharle la mano a un viejo amigo como el gol. Nico se llevó las manos a los oídos, en señal inequívoca de que el silencio rival también se escucha. 

Alan Pulido se lesionó y Jesús Molina fue expulsado, como pretexto para desarticularse más. Sucede que Chivas es a la derrota, lo que los patos a las escopetas. En tan solo tres días, se acostumbró a perder contra el América…

Entonces, Andrés Ibargüen, un hiperactivo de la gambeta, arribó al área por izquierda; lanzó un disparo raso, todo menos fuerte y todo menos colocado, que Raúl Gudiño atacó hincado. En ese gesto de haberse rendido antes de recibir el envío, se retrató una realidad rojiblanca: casi nunca estuvieron de pie. 

Solamente en el último ciclo del partido, cuando despertados por el rugido furioso de “¡Oles!”, favorables al rival y de un incandescente pedido de “¡Fuera Cardozo!”, realizaron un plano secuencia de ataques, tan peligrosos como desperdiciados y bien resueltos por Agustín Marchesín. 

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Si la expresividad a través de la pelota se entiende como una forma de arte, ayer existió poca orfebrería. Pero al América con eso le sobra y le basta, entendiendo al torneo como una carrera de resistencia y no de velocidad. A Miguel Herrera le fascina, aún más, cuando echa la vista atrás y encuentra 22 partidos con triunfos en Clásicos contra Chivas, Pumas y Cruz Azul, desde el banquillo azulcrema.

Al final, Marchesín fue a abrazar a Gudiño; el fuego cruzado de la semana terminó en consejo. Le habrá dicho al joven arquero que una falla individual no te define. Dos partidos perdidos como equipo, en una semana de Copa y Liga, sí…

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