Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Papá Lionel

2017-12-23 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
Comparte en:
Contenido Patrocinado

El Real Madrid fue como una caja de resortes que salen disparados, perdidos en el aire, oxidados en el tiempo, con un Cristiano Ronaldo que se mira mucho al espejo. Que posa, que discute, que manotea, que hace muecas, que juega el partido para la televisión y para la tribuna. Pero no para su equipo, desconsolado por haber sido más y terminar siendo mucho menos. 

El Barcelona tuvo algo de un cazador mampostado en la confianza, a la espera del tiro que habrá de venir, aunque no se vaya por él. Muchos lapsos replegado, superado, dominado. Siempre letal.

Y así se diagramó un partido universal, con los ojos irritados para la mitad del mundo, que se echó agua en la cara para espabilarse, porque en estos tiempos nadie puede perderse una charla de sobremesa que involucre a la pelota y a estos dos equipos. Para eso había que ver el Clásico Español, inicialmente gobernado por los merengues.

Mucho porque Messi caminó la primera parte del partido, como quien sabe que llega a tiempo al colegio sin acelerar el paso. Con las manos en la chamarra, la mochila en la espalda, Leo llegaría a la cita en punto, porque hay veces que no es necesario esforzarse tanto para ser efectivo y porque no hay que confundir la actividad con la productividad. 

Algún día, Kovacic contará la anécdota de que le asignaron un marcaje personal sobre Lionel Messi, en algo muy parecido a una misión suicida sobre pasto. Si Messi es el futbolista que escapa hasta de su propia sombra, el intento del croata se consumió, incluso, en la ternura. 

Pero fue o era una alternativa válida. En los prometedores albores, Zinedine Zidane ganaba el partido desde las largas y cinematográficas secuencias de la posesión de la pelota. El Barça, en cambio, era un momento, una captura, una fotografía fugaz, eterna, a partir de las arremetidas anónimas de un tácito como Paulinho, el hombre enmascarado que toca el área con la espada y el filo de lo imprevisto.

Keylor Navas apagaba aquel fuego brasileño con guantes de hielo; el poste tocaba los tambores del desprecio, ante un cabezazo de Benzema; Iniesta le hablaba al futbol; Marcelo le hacía bromas al balón; Busquets patinaba sobre el césped; Jordi Alba corría, corría y sigue corriendo; Piqué gobernaba los aires y los suelos; Ramos pegaba, porque siempre pega; Kross estaba en Alemania; Ter Stegen atajaba con los pies como un arquero de hockey; Kovacic, seguía mareado. Messi estaba. Y era suficiente.

Lo comprobó el tiempo, al que le placen las lecciones. Busquets libró una enredadera, montado en patines en el primer tercio, cedió para Rackitic, que cabalgó 40 metros hacia el vacío del medio campo, dejado por Kovacic y su enajenación en la marca por un Messi que ni participaba en la jugada, cedió a Sergi Roberto, que siempre elige bien y se alió con Luis Suárez, el delantero que deja rastros de pólvora cuando corre hacia el festejo.

El Barcelona no necesitaba de la pelota para ser peligroso. Y eso era una tremenda novedad, que le favorecía en el marcador. Luego, una atajada de Carvajal, casi en la línea de gol, le habría valido el premio Puskas, por su apoteósico lance, de no haber sido defensa. Penalti y expulsión.

Hubiera sido muy mal visto que Kovacic persiguiera once pasos a un Messi  que cobró, porque siempre cobra. Como en el Clásico pasado en el Santiago Bernabéu, donde se despojó de las prendas para enseñarle su nombre a la tribuna blanca, Lio extendió los brazos, sacó el pecho y, una vez más, les cantó el gol como cantan fuego los dragones. 

Una vez más y como siempre, eran los tiempos de Messi, el futbolista que dio una asistencia de gol con un solo zapato, porque el futbol es, al final de cuentas, la recuperación semanal de la infancia. Así, Aleix Vidal, encontró la portería y Messi festejó, como festejan los niños, con un zapato, con sudor, con sonrisa, con barro, porque siempre está, aunque no haya estado…

Contenido Patrocinado