Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

¡Oh lá lá! Qué debut de Ménez

2018-01-28 | FELIPE MORALES
FELIPE MORALES
Comparte en:
Contenido Patrocinado

Miguel Herrera se rascaba la cabeza, hacía muecas, dibujaba las instrucciones tácticas con la pluma del futbol universal, que intentaba comunicarle a Jéremy Ménez, con rayones en una pizarrita, lo que el idioma no podía. Menéz volteaba a otra parte, veía el cielo, con la impaciencia de quien no entiende español y solo desea entrar al campo, tomaba agua, hacía buches, asentía, escupía, hacía como que entendía lo que no comprendía,  en aquel ritual lleno de imprecisiones y garabatos de colores…

Y así, cuando terminó aquel periplo, debutó el delantero de vuelos europeos, con dos ocasiones de gol desperdiciadas, vacías, huecas, inútiles como aquellas caricaturescas indicaciones, que se diluyeron en la incomprensión, como se disolvieron sus goles…

Pero el América  había tomado ya las precauciones necesarias para romper la racha de no ganar en casa desde octubre del año pasado; a través de los héroes imprevistos, que resuelven los partidos desde los aires, cuando nadie los espera.  Fue un tiro de esquina incrustado el que delinearía, con contornos de sorpresa, el poderío de un paraguayo inesperado. Bruno Valdez se elevó, propulsado por un resorte invisible, y, con un cabezazo, dirigido al poste izquierdo, atornilló el balón en la red.

El Atlas, comandado por Rubén Omar Romano, sintió el golpe de un puño seco en el pecho, porque, con un día de trabajo, no practicó cómo se defienden aquellas entrometidas pelotas paradas. El entrenador que debuta es algo muy parecido a un libro de autoayuda: su misión es elevar la moral de la tropa. El futbol puede esperar. 

Y así, los Rojinegros siempre fueron sombras multiplicadas en la opacidad, con avisos tenues, difuminados con inoperancias; las Águilas, por momentos, pasearon el balón en transiciones con cuotas de buen pie, a través de un lúcido Guido Rodríguez que juega tomando un café, un Oribe Peralta, que suda hasta dormido  y un Paul Aguilar, que estalla el velocímetro, pero con un Andrés Ibargüen que sigue sin tocar su primer balón en el futbol mexicano, en dos partidos en los que ha entrado de cambio. Los peligros de las nuevas superestrellas son esos: en su contrato pareciera que existen cláusulas que exigen paciencia. 

Y Menéz seguía ahí, atado al recuerdo, pegado a la raya, en el área técnica, queriendo entrar, haciendo un ejercicio de paciencia, deseando descifrar lo que oía, queriendo averiguar si Miguel Herrera le había dicho,  minutos antes, cómo es que se metían los balones en la portería…

Contenido Patrocinado