Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Memo es respuesta, ahora fue el acertijo

2019-09-15 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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El Estadio Azteca rugió con la garganta con la que alzan la voz los América vs. Pumas. Aunque Guillermo Ochoa haya dicho que estos partidos no son un Clásico, lo único clásico ha sido la acelerada manera de recibir goles que ha tenido desde su regreso a las Águilas. 

Ochoa fue la duda que calza guantes; el error hecho gol. Si normalmente Memo es respuesta, ayer fue el acertijo. Mucho porque se devoró con la voracidad del yerro un disparo de Bryan Mendoza, que iba diluido en agua tibia y que al final fue una culpa encendida.

Así, con un hombre más en el campo, Pumas confirmó que hay veces que las capacidades no entienden de superioridades. También porque sin Sebastián Córdova, el América nunca fue menos; incluso tuvo espasmos de ser más. 

Como cuando Federico Viñas tardó menos en hacer un gol que lo que tardas en prepararte un cereal. A los 28 segundos de haber ingresado, ya había marcado el uruguayo. Lo hizo con la rapidez con la que en su país repartía comida, antes de jugar en las Águilas.

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De esa manera, abrió el mar con un pase filtrado al área; después, apareció desde atrás para montar las olas en un maremoto de gol. Inició y terminó la jugada. Llevó a casa el pedido. Y se llevó la propina con los coros de la voz de la incredulidad de su tribuna satisfecha.

Pero todo esto pasó porque los universitarios nunca ocuparon los espacios; no descargaron el juego directo a través de Carlos González y no excavaron por fuera con algunos de sus laterales, amarrados a los miedos de no perder antes de buscar ganar, con un hombre más en el campo.

Entonces, el América olió el temor y pisó el área con Renato Ibarra; sufrió un gol anulado por la actualización de la regla ante una mano involuntaria de Roger Martínez y demostró que capotean la tempestad entre lesiones y expulsiones. No es que merezcan un diploma; es que merecían la victoria.

Después, vino Memo con la distorsión de la precisión; con el reclamo del pueblo: “¡Ponte dedos en los guantes!”, “¡Estuvo buena la fiesta!”. Hablaba la tribuna enfadada. Ochoa no los oía ni escuchaba, porque le ha dado por ignorar todo lo que lo lastimaba o lo hería, hasta los balones que van a su portería... 

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