Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Los postes de Stamford Bridge le van al Barça

2018-02-20 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
Comparte en:
Contenido Patrocinado

Los postes despostillados del Barcelona aún tiemblan de frío, cuando suenan los tambores del peligro. Todavía se estremecen, como se estremece la piel con un secreto al oído, susurrado por Willian, el hombre de la puntería mitad angustiante y mitad peligrosamente afinada, que puso dos disparos en las maderas y uno en la red. 

Pero hay algo en el Barcelona que no le permite ser menos, desde la abstracción del recuerdo, la obligación del presente y la casi normal materialización del futuro. De uno generalmente mejor...

No es casualidad que los postes escupan envíos de concurso de tiro con arco; no es coincidencia que repelan goles de museo en canchas que transpiran futbol como Stamford Bridge, que fue el cómplice mudo de un Chelsea sordo...

Mucho porque Antonio Conte pretendió vencer al Barça sin un delantero centro, reservándole las preguntas y la impotencia a Olivier Giroud y a Álvaro Morata, utilizado para limpiar las migajas del partido. 

Tiene que salirte todo demasiado bien para que un plan, vestido de cautela, encuentre el botón. Tendría que jugarse, en todo caso, un partido con porterías sin postes, hechas gol...

Jugar a no perder, generalmente es perder, aunque a los ‘Blues’ los hayan empatado. Pero es otra manera de luchar una guerra digna con resorteras. Nadie puede reclamarle a ningún equipo no intercambiar golpes desaforados contra los catalanes. 

Entonces, había que echar mano de un Willian que sangraba de la nariz cada vez que exhalaba futbol. El brasileño supo que si sus coordenadas le habían llevado a poner dos balones en aquellos palos, había que hacer una ligera corrección en la brújula del gol. 

Y ensayó, de nuevo, con el premio de la precisión, reservada para la perseverancia. Otra vez pateó desde afuera del área; esta ocasión, hacia la base izquierda. La pelota viajó dando vueltas, rebotando y dando algunos piques en el pasto. Iba sonriendo, conforme se acercaba al final de la llanura verde, que le abrió la puerta sin el mayordomo de metal: el poste había sido esquivado... 

Entonces, cuando haces enfadar al Barcelona, se activan algunos perfiles. Los futbolistas empiezan a jugar con los dos pies y, de pronto, te enfrentas a 22 piernas, igual de ágiles, que corren más, que piensan más, que aprietan más, que muerden más y que, en consecuencia, juegan más y mejor que el rival...

Y así, Andrés Iniesta, que sigue patinando los partidos como si tuviera una playera que le queda grande en los campos de La Masía, robó un balón, que después fue una telepática asistencia a un Lionel Messi, que disparó de izquierda y de primera hacia la pulverización de la historia. Luego se abrazaron como estampa inmortal de la fusión del talento.

Si Messi nunca le había anotado al Chelsea y nunca lo había herido, lo hizo, entonces, sosteniéndolo de la cabeza por detrás, deslizándole un cuchillo de plata helado sobre el cuello...

Después de ese vapor de agonía ‘blue’, aquellos postes siguen titiritando, mientras son interrogados. La confesión: le van al Barcelona...

Contenido Patrocinado