Felipe Morales
Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.
Hugo Sánchez, la marioneta
Hugo Sánchez fue una marioneta que colgaba del aire, prendido de un hilo fino e invisible, amarrado, en secreto, de alguna nube, arriba del Santiago Bernabéu.
Fue también un futbolista aéreo y a la vez terrenal, que con su inigualable catálogo de acrobacias, confirmó que hay goles que se marcan y otros que se enmarcan. Y en esa dinámica, su valor de delantero purasangre no radicaba, centralmente, en cuántos goles hacía, sino en cómo los hacía...
“Las virtudes se sentían cómodas en Hugo Sánchez, porque las hacía muy eficaces y así escondía sus defectos. Se fue del futbol sin que nadie supiera que no sabía regatear, porque nunca lo intentó”, sintetizó alguna vez Jorge Valdano, desde su condición de intelectual del futbol.
Entendido como solución antes de la ecuación, Hugo nació siendo respuesta. “Hugo Sánchez aprecia que existan los obstáculos porque es la única forma de sortearlos. Una vez pidió un sándwich en baguette y le trajeron pan tristemente integral. Los ojos se le iluminaron: pudo discutir con más ademanes que palabras, como si reclamara un penalti”, relata en uno de sus escritos Juan Villoro.
‘Hugol’ fue un jugador espontáneo que no precisaba escalas. “Fue un prodigio en la habilidad de desmarcarse. Todos sus goles los marcó de un toque; no necesitaba una jugada individual o un regate”, reconocía, en su tiempo, Johan Cruyff.
Hugo fluía en un permanente contrasentido de lo establecido. "Pagué un boleto en el Bernabéu para ver exclusivamente a Hugo Sánchez, solo a él, no me interesó el partido, así que me puse detrás de una portería. Me di cuenta que iba al revés de la jugada. Quiere decir que cuando lo encontraban, lo hacían de frente a la portería. Hugo me enseñó que el que juega de espaldas a la portería es porque no sabe jugar”, explicó alguna ocasión Ángel Cappa.
“Hugo Sánchez fue la llave mexicana que abrió los caminos imposibles”, consideró en algún momento, incluso, Eduardo Galeano.
Y entonces, como agradecimiento, Hugo se tendió de espaldas con la vista al cielo sostenido por aquel lazo imperceptible.
Solo un ego tan inflamado como el de Stoichkov contiende con el de Sánchez.
“Hugo juega 38 partidos y mete 38 goles, yo juego 24 y meto 38. No le gané el Botín de Oro, porque me pararon. Si no me paran, en un partido meto dos, cinco, los goles que quiero”.
Lo que en cualquier caso hubiera sido archivado en alguna comisaría como intento de autodestrucción, en los pies del 'Pentapichichi' era un motivo de vida con la chilena más memorable de la historia ante el Logroñés, que puso de acuerdo hasta a los jugadores con los árbitros. “La ovación con pañuelos blancos duró tres minutos y el silbante Brito Arceo me dio las gracias por haber visto el gol más bonito del mundo”.
Ese fue Hugo Sánchez. Un aplauso del futbol. Feliz cumpleaños, ‘Macho’.
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