Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

El América se fue a casa

2018-05-13 | FELIPE MORALES
FELIPE MORALES
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El Estadio Azteca tenía voz; rugía con la garganta amarrada a la bandera amarilla. La tarde caía, como caen las bendiciones sobre lo incierto. Las Águilas se persignaban; pisaban el campo con la mirada en el cielo, pero sin el futbol en los pies. Santos confirmaba que tenía un pacto alado, con una aureola de Final. Santa Úrsula lloraba la remontada inconclusa. La Comarca se desbordaba. Los azulcrema eran eliminados (6-3 global), porque se confirmaría después que los Guerreros no son los Pumas…

Mucho tiene el pasado de lección y el presente de corrección. Pero las Águilas no mejoraron su futuro. No lo hicieron, porque tenían la mirada en el retrovisor. Y porque cuando aceleraron con un gol, pusieron tanto la mira en el futuro, que descuidaron el presente. 

Un penalti dudoso sobre Oribe, marcado por la miopía de Pérez Durán, fue canjeado por gol, desde las botas de Cecilio Domínguez, que disparó a la derecha de un jugado Jonathan Orozco. Era el fervor hecho anotación desde los once pasos. El gol con el que Santos sentía el golpe. El tanto que se había programado en la almohada, el aliento del americanista que lo había imaginado por la mañana. 

Las remontadas exigen eso: Previsiones. La mente del aficionado azulcrema había imaginado lo que pasaba. Un gol tempranero, generalmente, es la caricia en el cuello antes del beso de la muerte…

Santos sudaba por nervios, no por esfuerzos. Entonces, Bruno Valdéz se propulsaba sobre los aires que habría de gobernar con un testarazo al poste más lejano. Este segundo gol amarillo aceleraba los optimismos, pero el América pensaba más en el tercero, que en no recibir el primero. Y lo encajó, como lección de que el presente se trabaja…

Jonathan Rodríguez sacó a Agustín Marchesín y de media vuelta, de espaldas al arco, pateó al segundo poste. Si al inicio las Águilas estaban a tres goles y habían recortado la distancia a uno, con aquel tanto del ‘Cabecita’, volvían a estar a dos. La calculadora sabía chutar en un partido a matar.

Pero después, la deuda de oxígeno jugó el otro partido y aturdió a las ideas. Quien patea mucho, piensa poco y los de Coapa lo hicieron, descansados en la confusión de que quien corre más juega mejor. Pero no fue así. Jesús Isijara lo confirmó con un disparo volcánico arrimado al palo derecho. Fue un gol a guardarse en el libro de los tiros cruzados, pegados a la base del poste.

El América se fue a casa con el aliento consumido en la obligación inconclusa. Con el fracaso cosido al orgullo. Miguel Herrera se fue encendido de coraje. Por tener la mente en el largo plazo (verde) descuidó el corto (amarillo). Santos, por su parte, avanzó a pesar del arbitraje. Y no por él. Fue así como, sin Final y sin remontada, el Azteca apagó sus luces y le tiró un pase a la portería vacía...

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