Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Cuatro años después, América venció a Tigres en el Volcán

2018-10-07 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Hay momentos cumbre en los que un triunfo refuerza el proyecto. O el torneo. Cuatro años después, el América venció de nuevo a Tigres, en el Volcán, como genuina confirmación de que se pueden jugar partidos de Liguilla, durante el certamen regular, desde el arrojo de dos equipos que aún dormidos, siguen disparando a portería.

Al inicio, Emanuel Aguilera tensó el arco y envió una flecha hacia Bruno Valdez, quien en su arribo insospechado al segundo poste, le metió el pie a aquella pelota que cortaba el aire. Fue un gol a dos toques, que no por simple fue menos efectivo. 

Pero el ‘Chaka’ Rodríguez tenía otra opinión, a partir del casi extinto atrevimiento. Pasa una cosa: Como en el futbol ya casi nadie se atreve, quien lo hace, la pone en la escuadra. Así fue lo de la exploración ofensiva de Rodríguez: el futbolista que, dentro del área y por derecha, gambeteó a los miedos y a todo defensa enemigo para colgar la pelota en lo eterno.

Después, Emanuel Aguilera hizo lo que hacen los gobernadores de los aires que se descubren: Facturan en tiros de esquina. El defensa azulcrema se desmarcó antes de que Jurgen Damm intuyera su movimiento al primer palo. Aguilera giró el cuello, como quien voltea antes de cruzar una calle de doble sentido: Primero a la izquierda para ganar el espacio y después a la derecha para atacarlo.

Tigres siguió el rastro hasta el precipicio. De nuevo, a balón parado, el América confirmó el adagio: segunda jugada en el área es gol. Valdez bajó con la cabeza un centro hacia la pericia de Guido Rodríguez, que desde una plasticidad inesperada, remató  de media vuelta como el bailarín que no es. 

Pero André-Pierre Gignac siempre opina distinto cuando su equipo es menos; el francés tensó la trama, desde su precisión de sastre,  con la que ajustó un balón, a lo más lejano del poste derecho de un Agustín Marchesín disuelto en la mirada. Fue un tiro hecha a la medida del gol. Y Tigres se ataviaba con la voluntad. 

Pero también se vistió de melancolía, cuando Gignac propulsó un tiro en la exacta intersección entre el poste y el travesaño lleno de deseo y frustración por el golazo que pudo ser y no fue; luego, Marchesín apretó con un puño el último vapor de aliento felino, cuando le atajó un cabezazo imposible al francés, que a manera de homenaje, lo fue a felicitar por su plástica estampa para los libros.

Al final, Miguel Herrera se fue expulsado, porque si no no sería el 'Piojo'; el América, segundo general, ganó en el Volcán, donde apagó el fuego rival, para seguir siendo el América…

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