Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

Chuy no es Moi y Cruz Azul no es el América

2018-04-01 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Jesús Corona se fue a rematar en el último vapor del partido, como pidiéndole permiso al recuerdo de Moisés Muñoz. Chuy no es Moi y Cruz Azul no es el América. Eso se confirmó cuando el último aliento celeste se consumió en querer ser lo que las Águilas fueron en 2013. Aquella vez, La Máquina perdió una Final, ante las Águilas; ayer, su virtual pase a la Liguilla. 

Parecía que todo sería distinto. Casi diferente cuando Édgar Méndez le metió toda la pierna al pasado, como si la promesa de la red hubiera sido: ‘entre más fuerte sea el disparo que reciba, menos serán tus lamentos’. Y así, el español le tatuó el empeine derecho a un balón de fuego para que, contra el América, Cruz Azul dejara de ser hielo. 

Pero Mateus Uribe le mandó un recordatorio hiriente al presente celeste. Cuando el ‘Cata’ Domínguez dejó dormida una pelota, como una rosa de regalo en la almohada del área, el colombiano la despertó con una caricia sutilmente violenta. El balón, potente en su viaje, se descubrió seco en el contacto, nítido en el aire y pasmado en el gol. 

Después, un saque de banda por derecha, culminó con una anotación por izquierda. Mucho porque el América, por momentos, fue un péndulo y otro tanto porque muchas veces Cruz Azul es un espectador en primera fila, al que se le caen las palomitas...

Entonces, cuando la pelota llegó hasta el otro extremo del área, Cecilio Domínguez disparó, de pierna derecha y de primera intención, al poste más lejano. Fue como una jugada de entrenamiento a puerta abierta, practicada en vivo, en medio de una tormenta de ideas. Fue una anotación en, para y de Estadio Azteca. Extenso, amplio, hilado y encadenado, como quien se pasa un papelito con un secreto de gol, de banca en banca. 

La Máquina fue Martín Cauteruccio y el gol prometido de Pedro Caixinha, que no pasó, porque los guantes de Marchesín se lo arrebató; fue Martín Rodríguez y el gol diluido en el agua hirviendo del travesaño; fue el pulmón sobre el futbol. Fue lo que casi siempre ha sido: El equipo que no necesita muchos pretextos para perder y perderse contra las Águilas, o al menos para no saber ganarles por cuarto año seguido...

El Estadio Azteca transpira. Canta, baila, se enciende en lumbre de Liguilla amarilla. Cruz Azul se esconde atrás de su sombra de abismo, mientras Jesús Corona se va del campo con lumbre en la boca, gritando insultos al viento y al árbitro, golpeando cámaras de televisión. Y sin ser, ni por un instante, el salvador o Moisés Muñoz...

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