Caraglio firma con tinta celeste gol 10 mil en el Azteca

El cielo siempre estuvo ahí, porque a las nubes les gusta el futbol. Estuvo desde el primer gol hasta la anotación 10 mil. Permaneció encima del Estadio Azteca. Fue paciente. 

Y le narró al viento:

“Ahí viene Maradona, montando a caballo, galopando sobre el pasto donde sembró a tanto inglés; se combina con el recuerdo de Pelé, que eleva una pelota de cabeza con la ‘10’ para que Manuel Negrete se tire de espaldas hacia el vacío de lo imprevisto y, de tijera, asista al descaro de Cuauhtémoc Blanco, que pisa pelota y sale entre dos defensas contándole un chiste al rival con una ‘Cuauhteminha’, que habilita a la contundencia de Ivo Basay, que le tira una pared al tiempo con una bicicleta, como preludio de la ‘Mano de Dios’ que le baja una pelota desde el cielo a Arlindo, que dispara al ángulo, del que se cuelga Miguel Marín, que también se hizo un gol eterno. ¡Atención! Atacan tres, defienden dos, Franz Beckenbauer, con un brazo sostenido por un cabestrillo, capotea con el pecho inflado una pelota, que bota en la media luna del pasado, que estalla en la cabeza de Caraglio, que de ‘palomita’ encienda el rugido de la eternidad al son de  10 mil veces gol”.

Si la Liguilla es el destino, seis partidos de Cruz Azul, sin derrota, son el camino. La Máquina ha hecho solubles las voluntades con los resultados. Si hay un equipo que ha trabajado su presente, esa es el celeste, que con una goleada al Querétaro, confirmó que el miedo es un deseo al revés y que el triunfo es un buen consejero que sirve de vitamina de cara al juego ante el América...

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR:  AMÉRICA  NO PREGUNTA POR SU GRANDEZA

Orbelín Pineda cabeceó hacia el poste izquierdo en un ejercicio del cuello. Anotó desde el anticipo y desde el instinto de quien arriba al área enemiga de puntitas. Después, el festejo fue ruidoso, porque Cruz Azul no reclamaba de ser más para ser mejor...

Gallos había ido al Estadio Azteca con las mismas ganas con las que te despiertas un lunes. Si era cierto que Víctor Manuel Vucetich pretendía una estabilización desde los lanzamientos a campo abierto, como consecuencia de que la pelota repelía los pies queretanos, no era menos cierto que esa intención se difuminaba y se extinguía desde la irresponsable expulsión de Alexis Pérez, que le trituró el tobillo a Orbelín Pineda.

Gerardo Martino estaba en uno de los palcos del Estadio Azteca. Orbelín, precisamente, era el más observado por su futbol con cuotas de hiperactividad. Por izquierda o por derecha, Pineda se escapaba del enemigo cabalgando, montado en un caballo celeste.

Y así, La Máquina piloteaba el partido. En automático y con la inercia de la confianza se sabía superior. Y lo era con centros por izquierda, proyectados por Adrián Aldrete y rematados por la contundencia de Milton Caraglio, quien se lanzó al precipicio de lo desconocido de ‘palomita’. Fue un gol por el exceso de voluntad de haber conectado una pelota que pendía de un hilo invisible. 

El rival estaba fulminado desde lo anímico y lo futbolístico. Si en el futbol se premiara a quien gobierna los partidos, los de La Noria se habrían llevado la medalla al mérito. 

Como consecuencia de tanta hegemonía con el balón, vino de nuevo Caraglio para anidarlo en la red con un cobro de penal pateado con la inteligencia. Milton corrió hacia el vacío con la mirada en el arquero y definió con el engaño del cuerpo y con el impulso de la cadera.

Cumplió una máxima desde los once pasos: ‘Primero te  engaño y antes de que el balón entre, ya voy festejando’...

Sucedió después que la cabeza no se conectó con los pies. En un contragolpe supersónico del visitante, en el último vapor del partido, Rafael Baca cometió una falta innecesaria, fuera del área. Era el último hombre. Pero no pensó que sería el primero en ser descartado, contra el América. 

Son 14 puntos recogidos, de los últimos 18 disputados, en seis duelos. Media docena de pretextos de Liguilla, adelantada en el próximo juego ante las Águilas...