Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

América y Pumas jugaron por el gusto de jugar

2020-10-04 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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El futbol, muchas veces, nos habla del mérito o de la asociación de voluntades, condensadas en una noche de pelota como la de ayer en el Estadio Azteca, donde el América y Pumas jugaron por el gusto de jugar, sin la aprehensión que aterroriza o el miedo a no perder, que paraliza. Este juego, genuino Clásico calcificado, sigue queriendo ser el triunfo de la rivalidad, en forma de propuesta.

Mucho porque, de cara al gol, Juan Pablo Vigón tuvo tiempo hasta de afeitarse en el área; con la calma del tiempo y espacio ofrecido por Ramón Juárez, alzó la cara y chanfleó una pelota al segundo poste de un estirado y fulminado Óscar Jiménez. Fue la primera declaración de intenciones, estallada en la valla enemiga.

Luego, Nico Benedetti hizo un gol provisto de la inspiración de su apellido. Así, ocupó la zona y se proyectó por derecha. El colombiano cruzó un disparo hasta Tlalpan, imposible de ser atajado por Julio González, que después fue atemorizado por Federico Viñas y un disparo en llamas, apagado en el hielo del primer poste…

En ese juego de avenidas, Alejandro Mayorga y sus pies de turbina, se propulsaron por el carril izquierdo; desde 45 metros, el lateral se convirtió en extremo y el extremo mutó en pasador para un Juan Manuel Iturbe, que se tendió de cabeza, en forma de palomita, hacia la superioridad, desde su inferioridad, solamente de estatura…

La defensa del América seguía comiendo palomitas, al ver tanta aceleración, merecedora solo de expectación, cuando, de nuevo, Mayorga se colgó de las lianas del desborde hasta las barbas del arquero Jiménez y su exceso de reflejo,. que desvió el intento del hiperactivo lateral izquierdo. 

Pero este Clásico, ingobernable e indómito, ya había delineado su propio destino, desde la anarquía.

Y así, cuando Andrés Iniestra alzó de más el brazo, derecho, la confesión del árbitro Rojas con la imagen, desnudó un penal, que derivó en la expulsión del ‘8’ y en la anotación de un Federico Viñas, que cobró, desde los once pasos, con la tranquilidad con la que se le pone leche a un cereal.

Si Viñas alguna había debutado contra Pumas, con un gol a los 24 segundos, aquí se confirmó como referente y no solo como aquella sorpresa charrúa. Pero, en esa dinámica de superioridad numérica y anímica, las Águilas tuvieron el tercer gol en el botín de Sebastián Cáseres; el mediocampista mandó a Saturno un balón con invitación de gol, proveniente de un rechace del pecho hueco de González. La pelota aún esquiva algún satélite, en el espacio de lo incomprensible.

De esa forma, en medio de una tormenta de ideas, se ponderó la búsqueda del arco rival, sobre el futbol con la vista a la línea lateral. Si todo se edifica de abajo hacia arriba, ayer este Clásico se construyó de arriba hacia abajo…

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