Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

América se posa con la estirpe de quien vence y convence

2017-10-19 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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El Estadio Azteca cerró los ojos y con la garganta de cemento entonó un “¡Ole!” profundo con el pecho inflamado, la cara levantada y la victoria azulcrema ofrecida a la Luna. El amarillo del América le vistió las gradas al Coloso de Santa Ursula, en una noche de Clásico que se llevó el viento y que trajo al sublíder y al último lugar del torneo…

Las Águilas se posaron ante el Guadalajara con la estirpe de quien vence y convence. Las Chivas, abatidas y superadas, se fueron a casa como el sotanero y con la cabeza agachada. Santa Ursula rugió y mil veces cantó. Entonó con notas de cuero, que el América es el dueño en el Clásico del pueblo…

Agustín Marchesín voló, como vuelan los ángeles colgados del cielo con los guantes alados, para entrometerse en un viaje parabólico, con veneno en el cuero, proveniente del empeine de un Alan Pulido. Fue un tiro libre, pero pudo ser una acuarela que adornara el museo de los Clásicos. 

Carlos Cisneros se tomó el tiempo que se toma quien cruza la calle para voltear a ver si viene coche o para observar la posición del arquero. Desde la esquina izquierda del área y con mucha vista, Cisneros dibujó el disparo en la mente y después la retrató en la base del poste izquierdo con un envío colocadamente pensado. Fue un gol consumado desde que se perfiló. Un aviso de red que nació en la imaginación y se festejó en su inesperada cristalización. 

Chivas daba la sensación de que cuando aceleraba nadie lo alcanzaba y de que cuando frenaba, todos los rivales se pasaban de largo. Encontró que el balón tenía manecillas y que los tiempos eran suyos desde la ejecución templada, medida, agresiva. Peligrosa en cada desbandada. 

América, en cambio, corría tras la pelota y en consecuencia se distraía, se aburría y se cansaba. Era una sombra que no hablaba, pero sudaba. Pero eso nunca le ha importado a Oribe Peralta, el futbolista que vive los partidos desde la burbuja de la contundencia, que lo aísla del ruido. 

Oribe llegó perfumado, con saco y corbata a la cita del rebote de Rodolfo Cota. Como en su primer día de trabajo, el delantero cobró por adelantado. 

En un par de minutos, las Águilas tensaron la trama, como envueltos en una sábana de misterio, que se desdoblaría en la portería enemiga. Renato Ibarra disparó con pies de pólvora hacia el segundo poste de un abatido Cota. Las Chivas fueron así el espejo en el que se reflejan las frustraciones del último lugar general. El América, el equipo que no para de soñar, en un digno Clásico Nacional…

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