Opinión

Felipe Morales

Con un estilo fresco y una pluma original, Felipe Morales nos cuenta las mejores historias del futbol desde su perspectiva periodística.

América perdió en un duelo de hijos de distintos padres

2018-07-23 | Felipe Morales
FELIPE MORALES
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Un América contra Necaxa remite a los duelos familiares del pasado, que se actualizan en la emancipación del presente. Si antes el viejo adagio rezaba que las Águilas eran el hermano mayor, los Rayos esta vez otorgaron los permisos en la cancha de la superioridad rojiblanca. Las Águilas perdieron en un duelo de hijos de distintos padres…

Víctor Dávila confirmó que los goles requieren de escalas. Por eso, antes del disparo, se despojó de la marca con un taquito, que le sirvió de insinuación hacia el gol. Ya con la pelota colocada, disparó con despecho. La red seca, recibió un balón fresco, desde el atrevimiento de un jugador dinámico hasta para atarse las agujetas. Necaxa ganaba desde eso: desde el ímpetu organizado…

El América perseguía la pelota. Corría tras de ella, como quien corre para que no le cierren el banco. Unas Águilas fragmentadas desaparecían en su búsqueda de emparejamiento de los carteles, hasta que Roger Martínez mandó un disparo de fuego. De media vuelta, conectó la pelota tan sólidamente, que Hugo González y sus guantes fueron quemados. 

Pero los Rayos aprendieron una cosa: Si en el pasado estaban acostumbrados a verse alcanzados o superados, desde la predisposición defensiva y el  exceso del repliegue, esta vez, prefirieron que si habrían de equivocarse sería por ser atrevidos y no por precavidos. 

En esa nueva programación emocional, inyectada por la expresividad del joven técnico Michel Leaño, el Necaxa fue la luz, antes del trueno. Y, de esa manera, con una pared relampagueante, Brian Fernández no le pidió permiso a nadie para incrustarse en el núcleo del área azulcrema. De frente, venció en el mano a mano a un Agustín Marchesín, tan solo como un faraón sin pueblo.

Unas Águilas inconexas, no se ponían de acuerdo ni para reclamarse las fallas. Miguel Herrera, con un chaleco tan ajustado como su plantel, fue superado por unos rojiblancos que corrían mucho, que lo hacían muy rápido y que sabían hacia dónde hacerlo. 

De esa manera, el América, dependiente de algún solo, nunca actuó en coro. Necaxa, como lo dice Leaño, fue orden y aventura. Mucho orden es aburrido, mucha aventura es peligrosa. Aunque, esta vez,  también fue victoriosa…

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