Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

Sin juegos pirotécnicos

2018-07-17 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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MOSCÚ, Rusia.- Llovía con desesperación sobre la estatua de Lenin en la explanada del Estadio Luzhnikí, mientras los juegos pirotécnicos intentaban encender el cielo moscovita. Bajo el único paraguas disponible -o el que presumiblemente encontró el estado mayor ruso-, Vladimir Putin, acompañado del presidente francés y de la presidenta croata —ellos empapados—, veía con cierto desconsuelo cómo la pólvora mojada convertía el fuego en humo. No hubo juegos pirotécnicos en el cierre del Mundial ruso.

Puede que no haya alcanzado el calificativo de espectacular, pero fue, definitivamente, un buen Mundial, amparado en dos historias que terminaron entrelazadas:

Aunque parecía que siempre podía jugar con mayor profundidad y holgura, Francia terminó siendo el mejor equipo y el Campeón. Y está, por otra parte, el legado que Croacia dejó para la posteridad con aquellas selecciones que, sin pertenecer al ‘club de los poderosos’, pueden, de pronto, acceder a una posición ‘sagrada’ en el mundo del futbol.

Nos vamos de Moscú suponiendo que Francia podía, a partir del talento que colecciona, desarrollar un futbol más ofensivo, agradable o espectacular. Pero resulta que no quiso —y que ni siquiera le hizo falta— para erigirse como un legítimo y contundente Campeón. Basado en el orden defensivo, en alejarse del protagonismo de poseer el balón, la selección de Deschamps confió permanentemente en la calidad de sus individualidades. Y siempre tuvo la pierna correcta en el momento correcto, el pase, el disparo o la llegada vía la pelota detenida.

Manejó tiempos y espacios de forma magistral y cuando necesitó de un ‘empujoncito’ para encender la máquina que se trababa, encontró a un Griezmann dispuesto a todo y a un adolescente llamado Mbappé que le daba imaginación al pragmatismo. Francia lució su mediocampo lleno de talentosos futbolistas que reflejan también su multiculturalidad como nación. Brillantes todos ellos: Pogba, Kanté y Matuidi le dieron el equilibrio que tanto requiere un equipo que pretende trascender.

La impresionante supremacía francesa pudo haber provocado que no se le otorgará el valor a su juego y a sus resultados. Envió a casa a una decadente selección argentina con todo y Messi en la cancha. Fue el único juego donde estuvo, por algunos minutos, en desventaja en el marcador, pero jamás pareció alejado del control de su propio destino.

Se deshizo de una selección uruguaya que llegó sin su mejor futbolista hasta ese momento —Cavani— a la cita de Cuartos de Final. Y sufrió durante los primeros 20 minutos ante Bélgica, en San Petersburgo, justamente hace una semana; sin embargo, mantuvo el control de sus emociones y terminó siendo mucho más que el equipo de Hazard, De Bruyne y Lukaku. Y se presentó el domingo, aquí en el Luzhnikí, como el gran favorito.

No fue mejor que Croacia en la mayor parte del juego, pero fue certero en los momentos más delicados del duelo y al final se llevó, merecidamente, un aplastante triunfo en la Final. El segundo título mundial en 20 años para ‘Les Bleus’.

Habrá quienes tengan tiempo para criticar el frío, calculador y a veces egoísta juego francés. La realidad es que Francia jugó un Mundial perfecto y a partir de su gran disposición defensiva, encontró el camino a la gloria. Refutarle algo puede resultar peligroso e incorrecto. Su plantel está poseído por una impresionante clase, producto de su gran Academia en Clairefountaine y de sus chicos procedentes de los ‘Banlieus’, los barrios marginales de las ciudades más importantes del país.

Nos puede gustar o no, o podemos mantenernos en la idea de que el futbol ‘bueno’ es el que representa los ideales ‘Guardiolistas’ y ‘Barcelonistas’ del juego. La realidad es que con su estilo, Francia dominó amplia y poderosamente a sus rivales. Ha sido un digno Campeón del Mundo.

El cuento de ‘Cenicienta’ que forjó la selección croata quedará impregnado en la memoria del juego. Primero, por la historia que existe detrás de una nación que hace no más de tres décadas fue devastada por una guerra étnica. Y luego, por la entrega incuestionable de sus futbolistas que corrieron y pelearon más que nadie en esta Copa del Mundo.

Pero en la epopeya croata había, también, una incuestionable cuota de calidad en su futbol, ejemplificada en personajes como Luka Modric —Balón de Oro del Mundial—, Ivan Rakitic, Ivan Perisic y Mario Mandzukic. Croacia llevó sus juegos de Octavos y Cuartos hasta instancias de agonía, drama y gloria que el Mundial consumía con fascinación.

Aunque es verdad que su camino se construía a partir de la prematura eliminación de los favoritos Alemania y España, nadie les regaló nada. Siempre alcanzaron el triunfo por méritos propios, una mezcla de esfuerzo y talento que recababa a su paso más y más seguidores.

Croacia era, de pronto, el equipo del mundo, la pequeña nación de 4 millones de habitantes que, en menos de 25 años, había pasado de lograr su independencia, a ser un miembro de la Unión Europea y hasta la propia Final de un Mundial. Increíble.

Croacia ha dejado un legado para muchas selecciones de cómo se debe afrontar un sueño cuando evidentemente no estás al nivel —todavía— de las superpotencias del juego. Lo ha dejado ahí, para que otros tomen su ‘receta’, se pongan el traje de ‘superhéroes’ y lo intenten sin ningún tipo de reserva.

A partir de hoy, el ejemplo croata cundirá en aquellos ‘plebeyos’ o ‘desprotegidos’ que aspiran a una epopeya futbolística. Fueron los ‘Campeones’ desde el momento mismo en que pisaron el césped de Luzhnikí.

El Mundial no tuvo ‘juegos pirotécnicos’. La pólvora se mojó en el húmedo atardecer moscovita, pero nos fuimos contentos y tranquilos: el Campeón fue el mejor y el subcampeón escribió una historia de gloria que promete perdurar de generación a generación.

No podemos quejarnos, a pesar de que en la tarde del domingo 15 de julio en Moscú era de lluvia y un humo blanco por unos juegos pirotécnicos ‘ahogados’ en la tormenta veraniega.

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