Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

¿Qué está pasando, papá?

2020-03-20 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
Comparte en:
Contenido Patrocinado

¿Qué está pasando, papá? 

La pregunta de mi hija me ha dejado perplejo. Quisiera responderle algo, lo juro, lo que sea, pero no sé qué decirle. Sólo veo, escucho y trato de hacerme fuerte ante ella. La verdad es que no sé qué contestarle, porque al igual que muchos de ustedes, no tengo idea de lo que está pasando y de lo que puede suceder en el futuro.

La ciencia ficción ha superado nuestra realidad. Lo que parecían cuentos de familia, de abuelos o bisabuelos que habían sufrido los estragos de una guerra -mis antepasados escaparon de la Europa Oriental en la Segunda Guerra Mundial y contaban historias como la que vivimos ahora- y todo lo que ello significa física y psicológicamente, se ha puesto, de golpe, por delante de nuestra generación. 

El surrealismo de calles desérticas, de los anaqueles vacíos en las tiendas, de tapabocas y guantes, de desesperación y angustia han llegado desde el lugar donde menos lo esperábamos. Irónicamente, el mensaje de esta 'guerra' no nos sugiere estar unidos, sino separados, enclaustrados, confinados, en una cuarentena temerosos de que al día siguiente la noticia en las redes sociales sea aún peor que la del día anterior. 

Los tiempos del Twitter, del Facebook, de las redes sociales no ayudan mucho. Hay demasiada información, la mayor parte de ella falsa -o quizá sea que nuestro subconsciente quisiera que se mantuviera como 'fake news'-, pero no lo es. 

Ni los gráficos de la televisión, los mapas mundiales con el dramático aumento de contagios y de muertes, ni la caída de la bolsa que augura una recesión económica mundial, ni la noticia de que en el pueblo de al lado hay una fila interminable -no por el papel de baño que ya se ha terminado-, sino por armas porque hay quienes creen que esto se traducirá a violencia por sobrevivir. 

Algunos líderes políticos parecen ignorar la realidad, y viven su propio y egoísta mundo. Otros, parecen más apanicados que nosotros, incapaces de tomar una decisión correcta. Más de un guion de Hollywood parece adecuarse exactamente a lo que estamos viviendo. 

Como nuestro presente es, de acuerdo con mi mecanismo de defensa, irreal, es decir, no existe en verdad, trato de imaginarme el futuro. Y las noticias no ayudan demasiado. En el plano deportivo, que es al final del día, una distracción, un entretenimiento, que colabora con la propia salud del ser humano, todo se ha derrumbado. 

Ligas, torneos, eventos, peleas, los abiertos tenísticos, la temporada del beisbol, la del basquetbol, la Eurocopa y hasta los Juegos Olímpicos que se mantiene ahí, en fecha y forma, pero que todos sabemos que en cualquier momento también desaparecerán. Los atletas, los futbolistas, hablan desde su confinamiento: “Estamos trabajando. Estamos esperando el llamado para volver”, dicen y luego prometen. “Estaremos listos para ese momento”.

El día es una rutina interminable. Hago lo mismo, como lo mismo, saludos a las mismas personas y por si fuera poco, me visto igual, porque nadie se dará cuenta de ello en medio de una cuarentena. Enciendo la televisión y nada me puede alejar del temible término: 'Coronavirus'. Pongo el Netflix, pero no es suficiente para alejarme de mis propios miedos, pensamientos, fantasmas. Me subo a la bicicleta estática que tengo en casa -el gimnasio cerró ya hace algunos días- y le doy hasta agitar la última gota de energía que debe quedarme. Quiero sentirme cansado, cansado para no pensar. 

Tomo el auto y conduzco. No tengo un rumbo definido. Necesito un poco de aire fresco, algo diferente a lo que veo todos los días, a mis paredes convertidas en muros de hormigón a la que les falta expresión, vida, pulsaciones. Necesito gente, que me hable, que ría, que se enoje, que exprese, que me de apenas una pequeña pista de que el mundo, mi mundo, no se desmorona, no se cae a pedazos y desaparece. 

Lo único que hay son restaurantes cerrados, incluyendo el Starbucks que utilizaba para perder tiempo, filas frente al supermercado y letreros que anuncian que la comida enlatada se ha terminado y que el papel de baño no existe más. Pero lo peor es el semblante de las personas, la expresión, lo que dicen sus gestos, la profundidad de su mirada, la de una humanidad ha caído en shock, que esta desesperada, aturdida, asustada, impactada por algo que parecía imposible de ocurrir. 

Abro los ojos a las 7 y 35 de la mañana y veo cómo una tenue luz intenta meterse a la habitación por entre las cortinas. 'Scobby Do', mi San Bernardo de dos años, sigue roncando plácidamente al pie de la cama. Irene, mi esposa, me dice al oído: “Buenos días, mi amor”. Y yo trato de alejarme lo más posible del teléfono por el temor a las noticias que seguramente encontraré ahí. 

Es un nuevo día, quisiera que lo fuera mientras busco dentro de mi una idea, una fuerza renovada, casi mágica, celestial, para poder responderle a mi hija…

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: SHEINBAUM PIDIÓ A CAPITALINOS QUEDARSE EN CASA ANTE PADEMIA DE CORONAVIRUS

Contenido Patrocinado