Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

No somos de aquí...

2019-07-05 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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Debe estar en nuestra conciencia, omnipresente, repetirlo y no olvidarlo nunca: No pertenecemos a este nivel del juego, no somos, futbolísticamente, de aquí. Estamos, queremos, aspiramos y soñamos jugar con pretensiones diferentes. Hagámoslo, por el 'amor de Dios', porque si no, vamos a terminar siendo lo que hemos sido siempre: el 'gigante' cómodo de esta mediocridad futbolística.

Hay que recordarlo con frecuencia, porque entre tanta pobreza y carencia, es fácil olvidarse o impregnarse del entorno. Gerardo Martino y la Selección Mexicana están a la búsqueda de un paso de calidad que le permita competir ante las grandes potencias. No puede ni debe conformarse o atorarse en el subdesarrollo futbolístico que propone la zona de Concacaf.

Un valeroso triunfo en penaltis ante Costa Rica en los Cuartos de Final se fue el traste con una muy mala actuación ante Haití en las Semifinales, pero debe quedar en claro que este futbol mexicano, además de servir al negocio de su poderosa industria, también tiene un objetivo futbolístico que está o debería estar muy lejos de sus rivales y triunfos en esta Copa Oro.

La noche más complicada en lo que va de la era Martino llegó, irónicamente, cuando se cumplía un año –exacto– de la caída mexicana en el Mundial de Rusia ante Brasil. La jornada debió servir para recordar y reforzar el verdadero objetivo de una Selección Mexicana y no para atrofiar o empantanar más su presente. La Copa Oro puede ser utilizada para muchas cosas, entre ellas, probar futbolistas, ensayar fórmulas y estilos de juego, y darse una idea de la dificultad que esos mismos equipos podrían significar en la eliminatoria mundialista. La Copa Oro no sirve para medir el nivel futbolístico mexicano ni tampoco para ofrecernos un parámetro real de cómo responderá su juego el día en que vuelva a competir en el nivel en el que pertenece o quiere pertenecer.

La Copa Oro es un negocio futbolístico del verano y cuando México o su futbol –por una incapacidad en su juego, por apatía o hasta por mala fortuna– no apareció, entonces, la que apareció enseguida fue 'la mano negra' para facilitarles el boleto a la Final. ¿No resulta, acaso, sospechoso que un árbitro qatarí haya marcado un penalti en los tiempos extra en un torneo que ni siquiera tiene el sistema del VAR?

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Claro que es sospechoso, sospechosísimo, aunque aquellos están para defender el negocio –o que son parte de él directa e indirectamente– y que incluso se atreven a llamarse 'colegas' míos –no lo somos, hasta entre los perros hay razas– hayan 'saltado' enseguida para acusarnos de maquiavélicos o malpensados. La Concacaf fue uno de los organismos más oscuros en los escándalos de corrupción que agobiaron a la FIFA. A nadie debe extrañarle que protejan ciertos intereses. México debe estar en la Final porque genera otro nivel de ganancias a su alrededor. Punto.

El problema o el riesgo de México es que, rodeado de tanta mediocridad, termine contagiándose de ella. Entretenerse demasiado con Martinica, Haití o incluso con Canadá y Costa Rica, no es un ejercicio que les dará más fundamentos y 'armas' para cuando llegue otra cita como la de Brasil de hace un año, la de Holanda del 2014, la de Argentina del 2010 y 2006 o la de Alemania de 1998. Este grupo de futbolistas puede jugar aún mejor, encontrar una forma, una manera, entender lo que pretende Martino colectiva e individualmente y contar con los mejores futbolistas del momento, llámese Héctor Herrera, 'Tecatito' Corona, Hirving Lozano o Javier Hernández.

Utilicemos la Copa Oro para lo que es, de acuerdo con su nivel competitivo. Es un torneo de segunda o de tercera categoría, ideal para hacer negocios –ingresos en los estadios y audiencia televisiva en México y Estados Unidos–. Un torneo que México debe ganar, pero que le servirá de poco o nada para hacer crecer su juego. Un torneo donde tiene muy poco –casi nada– que ganar y sí, en cambio, mucho que perder. Un torneo que no sirve para nada. Pero no olvidemos, por favor, la verdadera razón del futbol mexicano, sus sueños de grandeza, su intención de sentarse –alguna vez– en la mesa de los 'grandes jugadores', sus aproximaciones competitivas, sus momentos de los mundiales y la gran pasión y anhelo que provoca en el aficionado. Hacerlo, olvidarse del sitio donde queremos y podemos estar, es hundirse en la mediocridad y en la pobreza que el área ofrece para seguir siendo, cómodamente, el 'gigante futbolístico'.

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