Opinión

David Faitelson

David Faitelson es dueño de un estilo duro, pero frontal al momento de dar opiniones, que incluso le han traído choques con algunas figuras.

Amor y odio...

2019-09-03 | David Faitelson
DAVID FAITELSON
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“Nunca volveré a trabajar con él…” El rostro desencajado de Antonio Mohamed había provocado un silencio incómodo en la sala de café del último piso del Hotel Camino Real de Tijuana. El entrenador argentino estaba enfundado en el jersey de los Rayados y la herida de lo que había sucedido en el América durante el Apertura 2014 seguía abierta. Mohamed estaba convencido de que su camino como director técnico jamás volvería a cruzarse con el de Ricardo Peláez. Parece que estaba equivocado.

“Amor y odio”, el título de una o de muchas novelas de televisión. La realidad es que Mohamed y Peláez demuestran que en el plano profesional no importa, muchas veces, el tener una buena relación, química, un acercamiento personal. Lo que verdaderamente trasciende es colocar los intereses mutuos en beneficio, en este caso, en el beneficio de un club de futbol. Los dos tuvieron un éxito rápido y extraordinario en América. Parece prudente que vuelvan a unirse para tratar de sacar a Cruz Azul del marasmo en el que se encuentra desde hace muchos años.

Mientras culminaba la era de Pedro Caixinha, Cruz Azul demostró que ha perdido o que está dispuesto a perder las buenas costumbres. Los tiempos de Peláez están apenas comenzando, cuando despidió a su primer entrenador –insisto: no bajo los tiempos y las costumbres de la institución– y cuando va a contratar al siguiente, alejado, seguramente, de algún tipo de coyuntura que tenga que ver con los colores y la afinidad a la idiosincrasia celeste. Peláez debe escoger al mejor y si el mejor significa perder o ceder cierto control sobre el club o permitir que personajes ajenos tomen el control de ciertas áreas del club, debe hacerlo. Cruz Azul ha probado con diferentes fórmulas, pero hoy quien tiene el poder es el director deportivo y debe ejercerlo.

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En el entorno aparecen, como siempre en Cruz Azul, muchos y variados personajes. Algunos que se sienten de casa y otros que buscan una revancha. Algunos más que reclaman la oportunidad de dirigir a uno de los llamados grandes e históricos que hace décadas no encuentra la brújula de un campeonato. Se terminó el tiempo de las concesiones y los favoritismos. Cruz Azul no puede escoger al sucesor de Caixinha con el corazón. Debe hacerlo con la razón.

Hay una realidad poderosa e irrefutable. Cruz Azul no jugaba con Caixinha de acuerdo con la riqueza y el potencial de su plantel. No todo fue malo durante la gestión del portugués. Llevó al equipo al nivel protagónico que le exigen sus colores y su abolengo, pero no pudo coronarlo con un campeonato. Cuando no había nada que jugarse, porque es una realidad que Cruz Azul aún no está eliminado de nada, deciden cortarlo porque no existe ningún indicativo de que el futbol del equipo celeste vaya en la dirección correcta. El nuevo entrenador, el que sea elegido, tendrá la oportunidad de prácticamente debutar levantando un trofeo en la Final de la Leagues Cup ante Tigres, en Las Vegas.

Mohamed está libre. Tras su fracaso –no podemos llamarles de otra forma– en el Celta de Vigo de la Liga de España y un paso fugaz y tormentoso por el equipo de su cuna, el Huracán, estaría más que dispuesto a volver a México. Dirigir a un grande y protagónico en desgracia es un buen reto para retomar su carrera en el futbol donde mejores resultados ha tenido como entrenador.

El balón de futbol es como la vida misma, siempre está dando vueltas. El regreso de Mohamed es inminente y la dupla Peláez-Mohamed es garantía de competitividad. Nada parece ser mejor para Cruz Azul en este momento.

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