Opinión

Christian Martinoli

Uno de los mejores cronistas deportivos en México, trabaja para TV Azteca y ha colaborado con RÉCORD desde 2010.

Chile, dulce y manteca

2018-10-16 | Christian Martinoli
CHRISTIAN MARTINOLI
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Cada vez que México se enfrente a Chile será inevitable recordar el imborrable 0-7 de Santa Clara, como para Argentina el 5-0 ante Colombia en el Monumental o para Brasil el 7-1 de Alemania en el Mineirao. Y así podríamos ir con cada selección, porque todos tienen a su bestia negra o su historia oscura que un día en la cancha se encargaron de enmarcar.

Chile supo ser una de las mejores 10 selecciones del mundo aprovechando dos Copas América; sin embargo, su curva de rendimiento llegó al tope año y medio antes del Mundial de Rusia, y para cuando la línea venía en declive, sus mismos protagonistas y héroes no supieron reaccionar ante el fango cero de error concretando una escandalosa eliminación rumbo a la Copa del 2018.

Hoy varios de esos protagonistas ya no están y los que quedan viven horas bajas con sus clubes como el caso de Alexis y Vidal, elementos fundamentales para encaminar la transición generacional que el cuadro andino también vive y necesita.

Chile puso la condición de no jugar en la altura de Toluca si es que pisaba suelo mexicano, así que el choque de hoy se trasladó a Querétaro. Viene de perder contundentemente contra un clásico rival como lo es Perú y está claro que si aceptó jugar en territorio nacional lo haría con el afán de no gestionar un encuentro aún más complicado con situaciones orográficas.

El cuadro rojo sabe que no anda y conoce perfectamente la sed de venganza que tiene el tricolor. Más allá de que no sea un choque a eliminación directa ni una Copa América la que se juegue, los chilenos se protegen para no hacer papeles indecorosos contra México.

Dos escuadras en pleno cambio que en el Corregidora de Querétaro buscarán esta noche lamer las jóvenes heridas que vienen arrastrando.

Ellos, ya por lo menos, tienen entrenador titular, acá seguiremos esperando hasta Navidad, como mínimo, a menos que alguien decida sorprendernos.

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