Opinión

Carlos Ponce de León

Director de Marca, experto en futbol nacional e internacional. En su columna tendrás un análisis veraz y oportuno.

La Máquina ya ganó

2018-10-08 | Carlos Ponce de León
CARLOS PONCE DE LEóN
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Claro que aún falta: el título de Liga es la única meta que evitará que la palabra fracaso acompañe de nuevo a Cruz Azul. Nadie debe dudarlo. Sin embargo, si aún consideras que el equipo celeste no ha ganado nada, tendrías que tratar de ponerte en los zapatos de un aficionado azul, de uno que ha sido bulleado a lo largo del actual siglo, para darte cuenta que este torneo recuperó un valor perdido: el respeto.

Es intangible, no puede adornar la vitrina de trofeos en La Noria ni pasará como otra estadística del Apertura 2018, pero está ahí, el respeto celeste ha sido conquistado y vale mucho.

El equipo cementero y su afición han sido burla nacional por excelencia, un gigante que tropezaba torpemente una y otra vez, se quedaba tendido en el camino tragando el polvo que los campeones y otros protagonistas levantaban tras de sí. Pero no más. El verbo cruzazulear no es tendencia en redes sociales, se extingue. Todo gracias al estupendo paso de La Máquina de Caixinha y Peláez.

Esta jornada lo demostraron ante Rayados, otro candidato a robarle protagonismo, y en dos fechas más enfrentan al rival que podría significar una graduación adelantada: América, la última frontera para transformar a más escépticos que aún dudan de la diferencia que ha alcanzado Cruz Azul.

El control de los grandes

Contraste en la tribunas. Mientras en Monterrey, en el Volcán, a los aficionados del América no les permitieron estar juntos en masa, los dispersaron, en Guadalajara, en la casa de Chivas, se pudieron reunir los seguidores de Pumas, en la parte alta del Akron, en una esquina, y no hubo complicaciones ni violencia que lamentar.

En el hogar rojiblanco lanzaron goyas que destacaban entre el griterío, cantaban el 'cómo no te voy a querer' a todo pulmón, retumbando en la gradería, haciendo que se enchinara la piel a los que alguna vez cantamos por los colores azul y oro desde las aulas de la UNAM. Y a los que no tuvieron esa dicha, también les debió emocionar.

Un contraste significativo, mientras en la Sultana del Norte siguen aprendiendo a controlar a una afición en crecimiento, que apenas aprende a ser campeones frecuentemente, en las plazas de los clubes que ya son grandes, acostumbrados a cantidades mayores de fans y trofeos, dan un ejemplo de control. Sigan el modelo.

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